Capítulo 1
¿Quién es Víctor?


En una aldea remota, de un lugar donde el tiempo ha olvidado pasar, vivía Víctor, un muchacho alegre y feliz que vivía con su tía Victoria, pues quedo huérfano desde muy pequeño, y ella se hizo cargo de él.
La cabaña donde vivían ,era pequeña pero acogedora, con un tejado a dos aguas y una pequeña chimenea con la que pasar los duros inviernos , estaba situada en las fueras , a poca distancia del gran bosque ,y pegados a un arroyo ,de aguas frescas y cristalinas, donde Víctor pescaba algún que otro pez cuando terminaba sus labores , el lugar era el límite del mundo civilizado , donde la vista se perdía en un horizonte ,de praderas salvajes y montañas lejanas ,que cortaban el cielo con sus picos nevados. Le gustaba vivir allí, había llagado con su tía Victoria la primavera pasada, después de un largo y agotador viaje.

Antes vivían en una pequeña ciudad costera llamada Puerto blanco, más allá de la las montañas, hacia el este.
Pero un día ,su tía ,llego tarde del mercado, que se celebraba todos los domingos en la plaza , entro en casa y cerró la puerta con celeridad, respiraba con dificultad y tenía la frente perlada de sudor ,se restregó las manos contra el delantal que llevaba puesto y hecho un vistazo por la ventana ,sin mirar si quiera a Víctor que estaba colocando la leña junto a la chimenea , se giró y mirando al suelo se quedó pensativa, Víctor , soltó la leña que tenía en brazos y preocupado pregunto:

-¿Tía victoria? ¿Ocurre algo?

Victoria se sobresaltó y miro a Víctor y durante unos segundos, no dijo nada, él iba a decir algo más cuando victoria se le adelanto.

-Nos mudamos .Dijo mientras se encaminaba a su habitación, él se quedó de piedra, al poco salió con dos sacos vacíos, y mirándole, le ofreció uno, el miro el saco y después a su tía.

-¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo? Pregunto confuso, notaba que estaba nerviosa, más que eso, parecía asustada.

-No pasa nada, le contesto, dándole el saco, después se dirigió a su habitación y el la siguió, había abierto su baúl y metía todo su contenido en el saco, la observaba desde el quicio de la puerta, sin dar crédito. Ella se giró y le vio

-Coge toda la comida de la despensa y métela en un saco, nos hará falta para el camino..., por lo menos hasta que lleguemos al paso del Oeste, desde allí improvisaremos algo.
Víctor avanzo hacia ella, algo pasaba y quería saber que era... extendió el brazo para agarra el hombro de su tía y encararse con ella, pero como un relámpago se giró y empujo a Víctor hacia atrás, el termino sentado en el suelo.
Tenía los puños cerrados y había adoptado una posición de combate, en ese momento vio a Víctor en el suelo mirándola incrédulo.

-Pe...Perdona cariño, había salido del trance en el que estaba y se había arrodillado junto a él, Víctor se levantó, nunca había visto a su tía en ese estado, y menos hacer uso de la violencia contra nadie.

-¿Qué pasa? Pregunto molesto.

Ella que seguía de rodillas en el suelo, se incorporó y acercándose le dijo.

-Cariño, escucha con atención, tenemos que irnos

-¿Pero, Por qué? Respondió, pues, no entendía nada

-Confía en mí, te lo suplico, ahora no puedo explicártelo.

Estaba desconcertado, pero siempre había confiado en su tía, la miro a los ojos durante unos segundos y asintió con la cabeza, se dio media vuelta y se puso a recoger lo que su tía le había ordenado.
Mientras lo hacía, escuchaba a su tía ir de un lugar a otro recogiendo todo lo que tendría algún valor en esa casa y lo metía en los sacos.

-¿Y a donde vamos a ir? Pregunto desde la despensa, mientras metía la comida en el saco, Victoria le miro, y sin detenerse le dijo:

-Al oeste, más allá del paso de las montañas, y no dijo más.

-¿Y qué hacemos con los animales? pregunto molesto, por la falta de información.

Victoria se detuvo, dejo caer el saco, se acercó a la ventana y miro fuera, después le miro.

-Tú sigue metiendo las cosas en los sacos, yo vengo ahora. Y salió por la puerta a todo correr, Víctor se acercó a la ventana y vio cómo su tía se dirigía a la graja de los Murray, llamaba a la puerta y esperaba, al poco, la puerta se abrió..., pero desde donde estaba no podía ver quien era, su tía hablo durante un par de minutos y después volvió corriendo y entro en casa.

-¡Solucionado!

-¿Que? Respondió el confuso

-He vendido la vaca y las gallinas a los Murray. Dijo mientras le enseñaba una bolsista donde sonaban unas monedas.

-¿Cuánto te han dado?

-Diez monedas por la vaca y tres por las gallinas. La miro molesto.

-¡Pero si valen seis veces más! , voy hablar con los Murray, menudos caraduras

-¡No!

Se quedó mirado extrañado, -¡Pero es un timo! Replico.

-Por favor, termina de empacar, nos vamos ¡ya! No tenemos tiempo para discusiones.

Y así fue, más tarde, cuando ya era noche cerrada, tenían a Negrita, la mula, cargada con los sacos y estaban en camino hacia el paso de las montañas, Víctor intento durante todo el camino sonsacar a su tía que había pasado, pero ella, no soltó prenda, solo le dijo, que algún día se lo contaría, pero que ahora era más seguro que él no lo supiera.
Él no quería dejar su casa, desde que era un niño había corrido por sus calles y nadado en su costas y ahora tenía que dejarla, sin saber porque.
Antes de cruzar el paso de las montañas, hecho un último vistazo a su espalda, como despidiéndose, la echaría de manos, y siguió a su tía.

Viajaron, durante semanas, hasta que el dinero empezó a escasear..., un día llagaron a una posada, y su tía fue a hablar con el posadero mientras Víctor daba de comer a Negrita .El pobre animal había cargado con los sacos sin protestar todo el camino.
Víctor no sabía cuánto vivía una mula, pero desde que tenía uso de razón Negrita había estado con ellos.
Cuando termino de atenderle, entro en la posada, estaba cansado del viaje, y solo quería cenar algo y acostarse .Habían tenido que acampar en el bosque durante una semana, y ahora mismo una cama se le antojaba como el mayor de los placeres.

Cuando llego a donde estaba su tía, estaba hablando con el posadero, y le llego parte de la conversación:

-¿Baltasar? , sí, claro, que se quién es, el bibliotecario del conde William, un buen hombre, siempre de aquí para allá con sus libros.

-¿El conde William? Pregunto, -No me suena.

El posadero la miro con sorpresa

-Es el hijo del Conde Albert Ulrick, a la muerte de su padre, el heredo el título y las tierras

Victoria, se quedó mirando al posadero pensativa -¿William Ulrick? , -y ¿por qué le llamáis William?

-¡Ah! , desde que era pequeño , siempre se oponía a que le llamaran por el apellido y menos por el título , decía , que el conde era su padre , a él le gustaba más que le llamaran por su nombre , y así ha quedado hasta hoy.
Victoria vio a Víctor que les observaba y cambiando de tema, pidió la cena y dos habitaciones.

Víctor se acercó y pregunto:

-¿Todo bien? .Ella le sonrió -Si, todo bien, mañana llegaremos al castillo del Conde Ulrik para presentarnos.

Y así fue, al día siguiente llagaron a una aldea llamada, La Frontera, después averiguo que el nombre era debido a que la aldea era el último asentamiento civilizado antes de internarse en las tierras salvajes del oeste, por lo menos en el punto al norte de las montañas grises.
Victoria le mando a hacer unos recados, mientras ella hablaba con el Conde, y para cuando Víctor termino de hacerlos, ella ya le esperaba en la entrada del pueblo.

-¿Qué tal ha ido? pregunto.

-Nos han cedido una granja, una vaca y algunas gallinas dijo su tía mientras revisaba las cosas que le había mandado comprar.

-¿Que? Respondió incrédulo -¿cómo...? Era demasiado.

Victoria le miro y levantando los hombros respondió -Tu tía puede ser muy persuasiva cuando quiere, anda, coge a Negrita y sigue este sendero, nos llevara hasta nuestro nuevo hogar.

Víctor se acercó a Negrita, y mientras le acariciaba, le daba ánimos, diciendo que pronto le dejarían descansar y que podría dormir y comer tanto como quisiera.

Victoria miro hacia el pueblo, allí, entre las sombras, un hombre encapuchado había sido testigo de todo, la saludo con una inclinación y desapareció.


Un día por la mañana, pasado ya un tiempo desde que llegaran a La frontera, mientras Víctor trabajaba, arrancando de esa dura tierra el fruto de sus esfuerzos, un sonido de cascos le interrumpió, levantó la vista, y vio que se acercaba, a trote, un caballo.
Era precioso..., con un pelaje negro y las crines recortadas, portaba una silla de montar, marrón oscuro y un par de alforjas en los costados.
Lo que más le extraño era que no tenía jinete .Cuando el caballo se sitúo cerca de él, se levantó sobre sus cuartos traseros, estaba asustado, Víctor dio un paso atrás apartándose, tiro la azada al suelo, he intento calmar al pobre animal.

-¡Soooo! Tranquilo...ya está .El caballo relincho una vez más y dejo que se acercara.
-Tranquilo chico, no pasa nada .Mientras le acariciaba el cuello al equino, notaba su nerviosismo, estaba sudoroso. Víctor miro en la dirección desde donde la había visto llegar, esperando ver aparecer a su jinete, pero no llego nadie, solo se oía el cantar de algunos pájaros que entraban y salían del bosque.
El caballo relinchó de nuevo y empezó a dar pasos hacia atrás, se soltó de su agarre, y volviéndose en dirección hacia donde había venido, sacudió la cabeza con fuerza, como indicando algo.

-¿Qué sucede chico? Preguntó alarmado.

Entonces se fijó....En el costado del caballo, se veía una manta bajo la silla, era en marrón, como la silla, y bordado en una esquina estaba el escudo de la casa del Conde, una torre con el portón abierto .Víctor horrorizado volvió a batir la zona con la mirada.
La familia del Conde Ulrick era muy apreciada en el pueblo , él no los conocía , hacía poco que habían llagado y solo había conocido a sus ayudantes ,que le cedieron las tierras de cultivo y la granja a cambio de parte de la cosecha, pero había oído a mucha gente hablar bien de ellos cuando llevaba la cosecha al mercado.
El caballo golpeaba el suelo con las patas delanteras, intentando llamar su atención, él volvió la vista hacia él.

-¿Dónde está tu jinete? Preguntó alarmado.

El trotó un poco en dirección al bosque y paró volviendo la cabeza.
Él sin pensarlo dos veces, azada en mano, empezó a correr detrás del caballo, que al verle venir hacia él, relinchó, y empezó a correr.

Al cabo de un rato llegaron al linde del bosque, era una zona peligrosa, los aldeanos trataban de evitarlo a toda costa, pues se decía que en su interior habitaban bandidos y maleantes .Solo los soldados del Conde entraban en él, intentando darles caza, pero sin conseguirlo. Se detuvo, necesitaba recuperar el aliento, ¿a dónde me llevas? Pensó Víctor echando un vistazo a los alrededores, en ese momento unas voces le llamaron la atención, provenían del bosque, presto atención, y alcanzó a oír los gritos de una mujer y las risas de unos hombres.

Víctor miro al caballo, él le observaba fijamente y sacudió la cabeza, como diciéndole que adelante, que entrara, miro al bosque y otra vez al caballo, este seguía mirándole, Víctor bajo los hombros resignado, menuda ayuda, pensó, y se internó en el bosque, en dirección a las voces.

Cuando ya casi estaba en el lugar, el caballo se detuvo, Víctor le miro irritado. -Cobarde, susurro, y avanzó despacio, procurando no hacer ruido, apartó las ramas .No quería que le descubrieran, y con sigilo pudo observar lo que allí acontecía.

Tres hombres tenían rodeada a una joven que apoyada contra un árbol les hacía frente, ella enarbolaba un palo que movía de un lado al otro contra los malhechores, que entre risas se acercaban.
La joven, vestía una capa con la capucha puesta de color marrón oscuro, pantalones negros y botas de montar igualmente negras.
Los tres hombres que la rodeaban intentaban quitarle el palo, pero ella se lo impedían lanzando golpes en horizontal cada vez que lo intentaban.

Los tres hombres, vestían con ropas oscuras y muy sucias, con varios rotos, aquí y allá .El más grande de ellos portaba a su espalda un espadón enorme y los otros dos una espada al cinto.

Uno de ellos ,que era alto y muy delgado , intento de un salto agarrar el palo , pero ella le vio venir, y le intento golpear , pero esquivo por los pelos el golpe, saltando hacia atrás justo a tiempo .Y Víctor pudo verle la cara, cuando resbalando cayó al suelo.
Tenía el pelo moreno, con la cara alargada y una perilla que le cubría la barbilla, pero lo más llamativo de su cara era la nariz aguileña que le daba apariencia de cuervo.

-Menuda Fiera Jefe. Dijo el de la nariz aguileña, que se incorporaba .Los otros dos, se rieron del comentario, sin dejar de mirar a la joven, que alternaba la mirada entre los otros dos esperando otro ataque.

Víctor miro a los alrededores, para cerciorarse de que no había más bandoleros entre el follaje.
Busco entre las sombras y las copas de los árboles, y no vio a nadie más.

Estaban en un pequeño claro alejados del camino principal, rodeados de árboles y maleza .Nadie que pasara por el camino, oiría nada. Pensó en ir a buscar ayuda, pero estaba seguro que para cuando la encontrara sería demasiado tarde, agarro con fuerza la azada, no sabía qué hacer.

-¿Quiénes sois? Preguntó ella mientras lanzaba un golpe contra uno de ellos que se acercaba demasiado.

-¿Nosotros? Contestó el más grande, que la miraba relamiéndose Un bruto de dos metros de altura, que tenía el pelo rapado y una horrible cicatriz, que le nacía en la frente y le llegaba hasta la barbilla. Dos correas le cruzaban el pecho, de las cuales colgaba el espadón que portaba a la espalda.

-Nosotros somos bandoleros, mi lady, y tú eres nuestro salvoconducto para dejar de serlo, por lo menos... durante un tiempo, ¡tu vida vale oro!, y oro es lo que más queremos, ¿verdad chicos? Dijo de forma lasciva.

Ellos asintieron sin perder de vista a la joven, que cada vez se la veía más asustada.

-¿¡Qué!? Contestó la joven alarmada.

-¡Yo...yo no valgo nada! , soy una simple granjera, que se dirige al pueblo.

-¡JA! ¡JA! ¡JA!. Se rieron los tres a la vez.

-¿Nos tomas por estúpidos, niña? , sabemos quién eres, Lady Elisa, hija del Conde Ulrick...Dijo el bruto de la cicatriz, mientras hacia una ridícula reverencia.

Ella abrió los ojos de espanto, no esperaba que la reconocieran, respiró hondo recuperando algo de temple.

Le habían enseñado, que el miedo, son las primeras ataduras que imponen abusones. Y empuñando el palo que portaba se lanzó contra el grandullón, sabía que tarde o temprano se lo quitarían .Si conseguía eliminar a uno de ellos, y mejor si era el jefe, igual tenía una oportunidad.
Consiguió asestarle un duro golpe en la cabeza, pero que no consiguió derribar-lo, los otros dos, aprovecharon, y se lanzaron sobre ella, arrebatándola el palo de las manos, la tiraron al suelo, y la inmovilizaron.
-¿Jefe?, ¿estás bien? Preguntó uno de los bandoleros, un gordo, con la cara llena de granos, que no hacía más que levantarse los pantalones, que constantemente se le caían, miraba a su jefe, mientras este se tocaba la herida de la cabeza sin salir de su asombro.

-¡Perra estúpida! escupió el jefe, viendo su propia sangre en su mano.

-¡Vas a desear no haber hecho esto! Se acercaba a ella dispuesto a golpearla.

Elisa cerró los ojos esperando el golpe.

Víctor que había sido testigo de todo, no pudo resistir más, y sin pensar en su seguridad salió de su escondite azada en mano.

El primer golpe se lo llevó el jefe, que sorprendido mientras se giraba hacia él, no tuvo ocasión de cubrirse. El golpe, había desequilibro a Víctor, pero como los otros dos estaban ocupados inmovilizando a Elisa, pudo aprovechar para equilibrarse.

-¡Soltadla! Grito con rabia.

Su voz se había vuelto imperiosa, sus ojos, desprendían llamaradas verdes, como si un fuego interno los avivara .Tenia el cuerpo en tensión, agarraba la azada con las dos manos, tan fuerte, que los nudillos se le pusieron blancos. Su postura era como la de un depredador dispuesto a saltar sobre su presa.
El pelo, largo y negro, le caía a mechones por el rostro, oscureciendo sus facciones, y dándole una apariencia demoníaca.

Él de la nariz aguileña, que sujetaba a la joven, le miró incrédulo.

-¿Quién coño eres tú? Preguntó, el gordo, que alarmado por ver a su jefe en el suelo, había soltado a Elisa.
Había desenvainado la espada y miraba a Víctor evaluando-le, mientras intentaba que los pantalones no se le cayeran.

-Mi nombre es Víctor, y soy granjero. -Y os he dicho que la soltéis.

Elisa abrió los ojos, y le vio, allí, de pie, con una azada en las manos, parecía más una bestia que un hombre.
Desde donde estaba no podía ver bien su rostro, el pelo lo ensombrecía, solo veía sus ojos que de forma sobrenatural brillaban como dos esmeraldas.

El jefe que se estaba incorporando, tenía la cara ensangrentada, y cuando consiguió levantarse del todo, escupió en su propia mano..., observó que varios dientes estaban depositados en ella.

-¡Pagarás por esto, granjero! Gritó, mientras desenvainaba una gran hoja que portaba a la espalda.
Víctor sin sentir temor alguno afianzó el agarre de su azada, y miró desafiante al bruto del espadón, algo dentro de él, explotó, un valor, que no sabía que portaba, y se lanzó contra el jefe.

El, levantaba el espadón, dispuesto a partir en dos a Víctor. Sonreía, con esa boca desprovista de dientes, saboreando el final del combate. Pero Víctor, en el último momento, quebró hacia la derecha, mientras el espadón descendía veloz hacia el lugar donde un momento antes había estado él .El impacto, desequilibró por un momento a su portador, que fue aprovechado por Víctor para agarrar la azada por el mango con las dos manos, después giró en círculo para darse más fuerza, y asesto un golpe brutal al lateral del jefe. La azada, penetró por el costado partiendo-le las costillas y entrando hasta el fondo.
El jefe se le quedo mirando, no daba crédito a lo que estaba pasando, después esputo algo de sangre por la boca.

Sus compañeros se quedaron boquiabiertos, no entendían lo que había pasado.

Víctor observó como el grandullón ponía los ojos en blanco y caída lentamente, primero de rodillas y después de costado, con la azada clavada en su costado.

El de la nariz aguileña que sujetaba a la joven se recuperó de la sorpresa horrorizada.

-¡Mátale joder!

El gordito le miró sin comprender, no podía creer que su jefe, al que consideraba invencible, acabara siendo derrotado por un granjero, el de la nariz aguileña le volvió a gritar.
-¡Mátale ya! , ¡Está desarmado!

El gordito miró su mano, que portaba la espada, y aferrando la empuñadura con fuerza se lanzó contra Víctor gritando.

-¡Estás acabado granjero de mierda!

Pero él ya estaba preparado, afianzó los pies en el suelo esperando la carga, éste corría de frente. Podía leer en su rostro la rabia que lo inundaba, quería clavarle la espada en el estómago y atravesarlo.
Pero en una fracción de segundo, Víctor giró su tronco, lanzo las manos hacia la empuñadura de la espada del bandolero, y sujetó sus manos, las retorció, y le arrebato la espada, después giró sobre sí mismo con la espada robada, lanzando un golpe en horizontal, que decapitó al bandolero. El gordo murió sin saber lo que había pasado, mientras que sus pantalones caían antes que su cuerpo.

Ahora miró a su siguiente contrincante, que asustado había olvidado a Elisa, que al notar que su captor había aflojado su agarre, le golpeo en el cuello y se arrastró alejándose de él.

Elisa notaba que el bandolero de nariz aguileña temblaba, estaba aterrorizado, pero no era por la muerte de sus amigos, era por los ojos del joven, eran totalmente verdes, ya no solo dos puntos brillantes, todo era de color verde y en mitad de ellos una pupila vertical como las de los gatos le observaban sin pestañear, eran aterradores, el bandolero levantó las manos.

-Por favor, no me mates, té lo suplico, tengo hijos.

Víctor, caminaba hacia él, con paso firme, espada en mano.

Elisa no se había movido, temblaba, no podía dejar de observar a ese ser sobrenatural que se acercaba a ellos. Alto, imponente, como si el mismo mundo tendría que arrodillarse ante su presencia, no había visto nada igual en toda su vida.

Llegó hasta el bandolero, que se cubría la cabeza, esperando la muerte, Víctor le agarró por la pechera y levantándolo del suelo con una sola mano le hizo hasta quedar cara a cara con él, Elisa vio que el bandolero ya no tocaba el suelo.

Aparto la mirada, no quería ver la muerte del bandolero...Pero su muerte no llego, sé le quedo mirando fijamente.

-Huye, ¡Y no vuelvas jamás! ...si nos volvemos a encontrar, te mataré. Su voz destilaba una promesa, un hecho...

El bandolero que colgaba de la mano de Víctor, solo consiguió tartamudear un sí, mientras se orinaba en sus pantalones .Estaba aterrorizado

Le soltó y este salió huyendo por el bosque a toda velocidad, si mirar atrás.

Víctor se volvió y la miro a ella, que asustada se arrastró hacia atrás, hasta topar con el tronco del árbol que antes había usado para defenderse, dio una zancada hacia ella.

-¡No!... ¡no me hagas daño, te lo suplico! Dijo Elisa asustada.

Él se detuvo y ella vio contrariedad en su semblante.
Miró su mano, que portaba la espada…, la dejó caer, después ofreció la otra, para ayudarla a levantarse .Elisa, todavía asustada, le evaluó con la mirada, no sabía que pensar, la había salvado, pero... ¿quién era...? o ¿qué era...?, con reticencia se la agarró y tirando, la levanto...
Si quisiera hacerla daño, ya lo habría hecho, pensó mientras se sacudía la ropa.

Elisa estaba de pie frente a ese ser de ojos asombrosos que la miraba intensamente, no sabía que hacer o decir y lentamente se quitó la capucha de la cabeza.

-Me llamo Elisa .Dijo con timidez.

Víctor se quedó inmóvil mientras la observaba, nunca había visto una joven más bella, su cabello revuelto, brillaba como el oro fundido, y sus ojos, del color de un cielo de verano, le observaban, con detenimiento, como intentando averiguar algo.
-¿Quién eres? , preguntó la joven, que vencida por la curiosidad había dejado el miedo en un rincón de su mente.

Pero no obtuvo respuesta, solo vio como los ojos del joven se apagaban y éste se desplomaba en el suelo.

Elisa se quedó observándolo, sorprendida, sin saber qué hacer, ahora parecía un muchacho, nada parecido al ser sobrenatural que había visto.

En ese momento un ruido sobresaltó la sobresalto, temerosa de que el bandido que escapó regresara, recogió la espada del suelo y se puso en guardia .Pero para su sorpresa, de entre el follaje del bosque había irrumpió su caballo.

-¡Galán! Dijo Elisa mientras se sujetaba el pecho del susto.

-¡Que susto me has dado, Galán!... El, resopló con alegría.

Galán, reticente, se acercó a su ama esquivando los cuerpos de los muertos, ella le cogió del bocado mientras le acariciaba la cabeza.

-¡Buen chico! Le dijo para calmarle, aunque la verdad, era ella la que necesitaba calmarse.

Miró al joven tendido en el suelo, e hizo ademán de subirse al caballo y escapar , todavía recordaba esos ojos que la habían mirado... , pero algo la retuvo , no sabía bien que era..., volvió a mirar al joven en el suelo, que ahora parecía inofensivo ,apoyó la cabeza en Galán.

-¿Que hago Galán?

Galán que había bajado la cabeza hasta el joven, le golpeaba con el hocico para que se levantara.

Volvió a mirar al joven, dudando, no podía dejarle ahí, la había salvado la vida.

Improvisó unas parihuelas con la manta del acaballo y unas ramas, después con gran esfuerzo consiguió colocar al joven en ellas.

-¿Y dónde te llevo?

Sujetaba las riendas de Galán, mientras miraba al muchacho que ahora dormía apaciblemente.

A la pregunta de Elisa, Galán contestó poniéndose a caminar fuera del bosque.

Cuando ya llevaba un rato caminando detrás de Galán y observando al joven , una voz la sacó de sus pensamientos, alguien gritaba más adelante , Ella se adelantó a ver quién era, y vio a una mujer, que haciendo altavoz con las manos, gritaba.

-¡Víctor!... ¡Víctor!...

Parecía asustada, miraba hacia el bosque.
Cuando ya estaban cerca de ella, se giró, y agarrándose las faldas, corrió hasta donde estaba Elisa.

-Buenos días mi lady, por casualidad no habéis...pero no terminó la frase, la mujer había visto lo que buscaba.

-¡Víctor! , por todos los dioses .La mujer se había arrodillado junto a Víctor.

-¿¡Qué ha pasado!? .Preguntó a Victoria asustada.
-Me ha salvado la vida.

-Unos bandidos me asaltaron, y él me salvo...

La mujer se asustó, y llamando la atención de Elisa, que parecía perdida en sus recuerdos, la instó a que le llevaran hasta su cabaña.

Mientras caminaban, No dejaba de recordar los ojos de aquel joven, su porte, el aura que parecía rodear-le mientras se acercaba aquel bandolero... Ella, juraría que iba a matarlo, pero al final le perdonó la vida. , ¿Quién hace eso...? ¡Intentaron matarlo...! pero él..., le perdonó.

Al poco tiempo llegaron a la cabaña y entre las dos metieron a Víctor en su interior.

La cabaña era pequeña ,con dos habitaciones en la pared de la derecha, una sala que era por donde habían entrado , no era muy grande ,había una mesa con dos sillas ,y en la pared de la izquierda , un par de estanterías llenas de cacharros para cocinar ,un mueble donde había posado un jarrón medio roto con unas flores. En frente, al fondo, una chimenea encendida, junto a una puerta que daba a la parte de atrás de la granja .Era pobre, pero estaba limpio.
La habitación de Víctor, era espartana, con una cama donde él descansaba ahora, un armario y una silla deteriorada. Lo que si llamo la atención de Elisa era un baúl, con la tapa abierta, lleno de un motón de libros.

Cuando le dejaron, salieron, y la mujer se presentó.

-Me llamo Victoria, dijo sonriendo - ¿le apetece un té? Dijo mientras ofrecía asiento a Elisa .Ella miró la mano, que le indicaba una destartalada silla junto a una mesa igualmente deteriorada, y se puso a temblar, en ese momento se le vino encima todo lo sucedido y rompió a llorar.

Victoria se adelantó y la abrazó, no paraba de sollozar contra su pecho.

-Ya está, cariño, ya está... repitió en varias ocasiones, mientras la acunaba contra ella.

-¡Me salvó! Consiguió decir, ya más calmada, mientras se quitaba las lágrimas con un pañuelo que le había dado Victoria

.No sabía cómo expresar lo que había visto.
-Sus ojos .Dijo al final balbuceando, en ese momento lo notó, Victoria se había quedado rígida.

-¿Quién es él? Preguntó mirando fijamente a Victoria.

Ella dio un paso atrás..., pero enseguida se rearmó y con su mejor sonrisa dijo.

-Es mi sobrino Víctor, un granjero.

-¿¡Un granjero!? Preguntó, no muy convencida.

-¡Pero sus ojos! eran... como...No sabía cómo describirlos

Victoria fue hasta la chimenea donde se calentaba un recipiente con agua, cogió un frasco de la repisa, donde tenía hojas de té y echo un poco.
-Creo que tienes que marcharte, tu familia debe estar preocupada por ti. Dijo de espaldas a Elisa.

A ella le irritó que esa mujer cambiara de tema de esa manera, quería respuestas.

Airada se acercó a la puerta, dispuesta a marcharse, pero no dejaría que las cosas terminaran así, agarró el pomo .Pero se quedó congelada, un recuerdo le vino a la mente, un historia que su madre le contaba cuando era pequeña, al acostarse…


Hace 15 años, Castillo del Conde William Ulrick

-¡Pero mamá, no tengo sueño! Dijo Elisa haciendo pucheros a su madre.

-Cariño mío, es tarde y tienes que dormir para que mañana no estés cansada, respondió su madre sonriendo.

Elisa cruzó sus pequeños brazos sobre el pecho, desafiante, mientras apartaba la mirada hacia un lado.

-Pues cuéntame un cuento.

Su madre imitó la postura de su hija, y esperando unos segundos la dijo:

-¡Esta bien! ¡Pero uno corto! , no quiero que tu padre tenga que venir para saber porque su hija no quiere meterse en la cama.

Elisa sonrió y corriendo se metió en la cama, su madre, la arropó hasta la barbilla, los ojos de Elisa brillaban de expectación esperando a que su madre empezara con el cuento.

-¿Cual quieres que te cuente? Preguntó, a sabiendas de cual le pediría.

-El de Sebástian respondió, la niña alegremente, su madre suspiró, y mientras alisaba las mantas de la cama empezó a narrar el cuento.

Hace mucho, mucho tiempo, este reino, estaba gobernado por un rey muy, muy malo que se llamaba Galbatoris.
Tenía esclavizados a todos sus vasallos y los trataba cruelmente, nadie, hacia frente a este temible gobernante, pues se decía, que tenía un poder sobrenatural, que le hacía invencible. El pobre valiente que lo intentaba, terminaba derrotado y encarcelado en las mazmorras del castillo, un lugar frio y húmedo, de donde nunca más volvía a salir.

Elisa cogió con sus manitas la manta y se tapó hasta casi taparle los ojos, era la parte del cuento que más miedo le daba, su madre la miró y dándole un beso en la frente le preguntó:
-¿Quieres que pare? , no quiero que luego tengas pesadillas, Ella negó con la cabeza mientras ungía a su madre a continuar con el relato.

-Está bien, y se tumbó al lado de su pequeña.

Galbatoris tenía una hija, Irina, una joven muy bella y alegre .Lo único bueno que tenía esa familia.

Ella al contrario que su padre ayudaba a la gente; ofreciéndoles comida y preparando medicinas para cuando enfermaban, había aprendido de su difunta madre la sabiduría de las plantas y en secreto las cultivaba, a espaldas de su padre, que no veía con buenos ojos, que su hija ayudara a los campesinos.

Un día, la avisaron de que en una aldea cercana, unos niños, habían enfermado, apenas tenían para comer y eran presa de las fiebres .Sin pensarlo dos veces, así era Irina, cogió su caballo, y salió al galope.


Pero una tormenta sorprendió a la joven, los rayos caían por todas partes, pero ella, tenía que continuar, le habían dicho que los niños no sobrevivirían sin sus medicinas.

Entonces un gran relámpago asusto a su caballo, que se encabrito, levantándose sobre sus cuartos traseros, ella perdió el agarre, pero como era muy buena jinete, saltó, y consiguió no caer con mucha fuerza al suelo, lo malo, es que el caballo salió corriendo al galope.

-¡No, Galán! .Grito Irina..., pero, Galán que estaba asustado, no oía a su ama.

Irina que nunca se daba por vencida, así era su carácter, se encaminó a pie hacia el poblado, le quedaba un buen trecho.

La tormenta se impacientó, y rompió a llover con intensidad. Irina, miro en todas direcciones, necesitaba un refugio, más adelante entre unas rocas, un grupo de árboles desafiaba a la tormenta, echó a correr.

Cuando ya se encontraba cobijada bajo el abrigo de los árboles, una voz la puso en guardia.

-No es de buen juicio ponerte al cobijo de un árbol cuando el señor de las tormentas está enfadado.

Ella miró hacia donde venía la voz y vio a un joven, sentado en una roca bajo la lluvia, estaba calado hasta los huesos.

-¿Y es mejor, mojarse con su llanto? Respondió, divertida.

El joven levantó los hombros y respondió.

-Prefiero el roce de sus lágrimas, a que su ira me parta en dos.

Un rayo cayó en un árbol cercano, destrozándole, Irina dio un grito y de un salto salió de su cobijo, a paso ligero se acercó al joven que la miraba sonriendo.

Ella le observó, se había llevado un buen susto..., le molesto que a él le hiciera gracia.

La sonrió de nuevo y señalando con la mano, la invitó a sentarse a su lado. Ella miró con desconfianza al joven, desairó su invitación y se sentó en otra roca frente a él.

-Me llamo Sebástian.

Irina no contestó, estaba evaluando al joven .Vestía de forma sencilla, como un campesino.

Pantalones de lana negra con un cinturón y unas botas marrones gastadas, una camisa blanca le cubría el pecho.

A un lado, tenía una mochila, y apoyada en ella, una espada envuelta en una tela de color rojo, él observó que ella miraba la espada, estiró el brazo, la sujetó por la mitad y la lanzó a los pies de Irina.

-No te haré ningún daño..., no es para ti su filo.

Irina que miraba la espada tirada en el suelo, levantó la vista hacia el joven y respondió.

-¿Y para quién es? Preguntó mientras observaba con más detenimiento al joven que la miraba directamente a los ojos.
El agua había mojado su cabello, y le tapaba parcialmente el rostro.
-Para un ser malvado que ocupa mi lugar en el mundo. Respondió mirando a la oscuridad de la tormenta detrás de Irina.

Le sobresaltó la rotundidad de su declaración, no eran palabras de un campesino, sino algo más regio.

-¿De dónde eres Sebástian? Preguntó, más intrigada ahora, que temerosa, no entendía por qué le resultaba tan cómodo hablar con él, como si ya se conocieran.

Sebástian bajó la mirada de la tormenta y apartándose el pelo de la cara respondió:

-Del sur, más allá de las montañas grises.

Ella vio al fin la cara de su acompañante, su pelo negro había tapado la cara de un joven muy guapo..., pero lo que más le llamó la atención, fueron sus ojos, del color del bosque en primavera, que destacaban por encima de todo, y su sonrisa, blanca y cálida.

-Mu...muy lejos para semejante hazaña, ¿no crees? Respondió azorada mientas apartaba la mirada hacia un lado, sin saber por qué se había puesto colorada.

-Sí, no diré que el viaje, no ha sido duro, y lleno de peligros..., pero no podía obviarlo.

-¿Por qué? Preguntó intrigada. Sin mirarle directamente.
-¿Por qué, que? Respondió dubitativo.

-¿Por qué, vienes desde tan lejos y atravesando tantos peligros a matar a una persona?

Volvió la vista hacia la tormenta de nuevo y con la mayor tranquila respondió:

-Porque es mi destino.

Irina se le quedó mirando sin dar crédito a lo que escuchaba.

-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!. Rio, mientras miraba a Sebástian .El la miró extrañado.

-¿Qué tiene tanta gracia? Preguntó, un poco molesto. Aunque la verdad, la risa de la joven, le había sonado a gloria.

-¡Tú! Respondió mientras se apartaba el pelo mojado de la cara.

-Recorres esa distancia, y como bien dices peligrosa, para matar una persona que ocupa tu lugar en el mundo, aquí, en este lugar... ¿cómo va a ocupar tu lugar, aquí? si tú eres del Sur, dijo señalando con la mano.

Sebástian la observo con detenimiento .Ella, aparto la mirada y con la mano coloco sus cabellos empapados, detrás de la oreja.

-Es una larga historia .Respondió al final, -llena de medias verdades y medias mentiras, pero que al final me han traído hasta este lugar y este momento.

Ella le observo con detenimiento, todo lo que le contaba, se salía del comportamiento de un granjero...

-¿Quién eres Sebástian? Pregunto intrigada.

-¿Yo...? Un granjero, respondió alegremente.

-No pareces un granjero.

Sin darse cuenta la tormenta había amainado, pero Irina seguía sentada frente a Sebástian, olvidando su misión, la lluvia que caía, y cualquier otra cosa, mientras hablaba con aquel extraño joven, estaba muy a gusto con él.

Sebástian levantó los hombros a modo de respuesta, posó las manos en sus rodillas y se incorporó, Irina hizo lo mismo sobresaltada, pensó que había ofendido a su acompañante.
Él se acercó un poco a ella, se agachó, y recogió su espada .Después la miró a los ojos y haciendo un reverencia la saludó con una gran sonrisa.

-Mi lady, es hora de que continué mi viaje, ha sido un placer conversar con vos, al amparo de la lluvia, pero mi destino me llama, espero que volvamos a encontrarnos en mejores condiciones.

Irina le miró e imitando su saludo le respondió:

-Yo también he de seguir mi viaje, me he retrasado mucho y encima he perdido a mi caballo.
Respondió abatida

Sebástian sonrió y mientras recogía sus cosas le dijo:

-No se agravie, mi lady, creo que su caballo es fiel a su persona, pues le espera al amparo de aquellos árboles, detrás de vos.

Irina se giró y allí, entre los árboles, paciendo tranquilamente estaba Galán, se giró para agradecer a su acompañante la información..., pero él ya se alejaba de ella.

-¡Sebástian! Gritó Irina, Él se giró, y ella sonriendo le dijo:

-¡Me llamo Irina! , Sebástian sonrió, y haciendo una reverencia el saludo, después se giró, y continúo caminando.

Irina sonreía mientras se encaminaba hacia su caballo.

-Qué joven tan extraño. Montó de un salto, y giró la montura hacia donde él estaba, le vio seguir por el camino durante unos segundos .Después, apremiada, giró de nuevo y siguió su camino hacia el poblado.


Mientras Sebástian caminaba, de su mochila brotó un lagarto que reptó hasta su hombro.

-¡Puf! ¿No podías haber abreviado un poco la charla? dijo malhumorado.

Sebástian sonrió por el comentario.

-Sí, pero me gustaba su compañía, se giró y observó cómo Irina galopaba

-Recuerda que tienes que matar al rey, tienes que acabar con el usurpador.

-¿Por qué? Preguntó Sebástian molesto.

-Así son las reglas, el mal que ensombrece al falso rey, ensombrece la tierra que pisas, ¿no lo notas?

Cerró los ojos y respiró profundamente, notaba el sufrimiento de la tierra, su dolor.

-Sí, ¿pero....?

-¡Sebástian!...dijo Guilian, pues así se llamaba el lagarto.

-Sé que en tu corazón brilla la compasión, pero la maldición de los falsos reyes debe terminar, por el bien de este reino y de sus gentes.

Volvió a respirar profundamente y continuó caminando.

Más tarde, al anochecer, acamparon al cobijo de un cielo estrellado, la tormenta había pasado dejando un cielo limpio, con un agradable aroma a pastos húmedos. Él, tumbado boca arriba y con los brazos detrás de la cabeza rememoraba cada palabra que había dicho Irina, cada gesto, cada movimiento, sonriendo, sin saber por qué.
A sus pies un poco separados estaba Guilian encima de una roca cercana a la fogata, calentándose.

-¿Por qué tiene que morir el falso rey? Preguntó de nuevo, Guilian le miró y suspirando le respondió:

-Así es la ley.

-¿Qué ley? Se incorporó apoyado en los codos.

-¿Qué ley es esa, que me hace asesinar a un ser inocente que está bajo una maldición? Guilian permaneció en silencio.

-Si es una maldición... ¿no podemos romperla? Preguntó mirando las estrellas.

Guilian seguía en silencio.

-¿Guilian? Sebástian, había notado la duda en él.

Guilian respiró profundamente y mirando en todas direcciones, como si un batallón de espías estaría entre los árboles, respondió:

-No puedo decírtelo, va contra las normas, y podría meterme en un lio, respondió en voz baja.

Sebástian se incorporó y se acercó a él.

-Somos amigos, entre los dos hemos pasado por muchas aventuras hasta llegar aquí, te lo suplico amigo mío, si puedo salvarlo..., tienes que decírmelo.

Guilian le miraba a los ojos, un gran duelo se producía en su interior, quería mucho a Sebástian y por nada del mundo dejaría que nadie le hiciera daño.

-Está bien, respondió, pero me tienes que prometer que si no funciona harás lo que tienes que hacer.

-¡Hecho! Respondió lleno de esperanza, haría lo imposible por salvar a un inocente, pues sabía qué hace mucho tiempo, Galbatoris, había sido un buen hombre y que la maldición lo había corrompido.

-¿Qué tengo que hacer?

Guilian se enderezo, y muy solemnemente recito:

-El falso rey tiene que perder lo que más ama, para que la mancha quede desterrada.

- Sebástian se incorporó y empezó a caminar lentamente alrededor de la hoguera.

Mientras caminaba, murmuraba para sí:

-Lo que más ama...lo que más ama...

-¿Qué puede amar un rey malvado?

-¿Su reino? , ¿Su riqueza...?, ¿¡su vida!?

-Vete tú a saber, respondió Guilian -Una vez me contaron que un falso rey, lo que más amaba, era que le azotaran en el culo con un látigo.

Sebástian se le quedo mirando incrédulo -¿Qué? , ¿Con un látigo...? ¿En el culo?

-Sí, contesto Guilian, -Al pobre no pudieron salvarlo.

Sebástian frunció el ceño -¿De dónde salen esas historias?, Y además, ¿quién se las cuenta a un lagarto?
Ofendido miro a Sebástian a la cara -¡Uno se entera de cosas, si sabe escuchar!

-¡Vale! , ¡Vale! , no te enfades, solo era una pregunta.
Pasó toda la noche pensado como quitarle lo que más ama, a un rey despiadado y cruel, hasta que el alba llego.
A la mañana siguiente se encaminaron hacia el castillo.

Ya pasada la mañana llegó a una loma, desde donde se podía ver la ciudad .Las puertas, estaban abiertas, pero dos soldados montaban guardia.

Los dos miraron hacia la ciudad, era enorme .Sebástian nunca había visto una construcción tan grande. Un gran muro de piedra, de varios metros de altura, rodeaba toda la ciudad, varios soldados patrullaban en lo alto.
Desde donde se encontraban podían ver, en lo más alto, la ciudadela, que contaba con dos torreones uno a cada lado, del que pendían unos pendones, con el escudo del rey, un puño que agarraba, una corona dorada.

-¡Vaya! Dijo Sebástian, maravillado al ver el castillo.

Guilian que viajaba en su hombro resopló.

-Si esto te parece asombroso , tendrías que a ver visto el castillo de Unriel ,El falso rey del reino del este, ese sí que era gigantesco, feo , pero gigantesco, siempre me recuerda a esa frase de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces” en fin... , ¿entramos?.

-¿Que le paso a Uriel? Pregunto Sebástian, mientras miraba el portón del castillo.

-Ese se salvó,-llevo un trabajo de mil demonios, pero se salvó.

-¿Qué era lo que más amaba?

-¿Tu qué crees? Sebástian, se quedó boquiabierto, mientras miraba a Guilian -Piedra a piedra, Sebástian, no veas como berreaba, cuando destruyeron el castillo, pero al final valió la pena, con el material que sacaron, se construyó la gran ciudad de Ilisian.
Sebástian se quedó asombrado, había oído hablar de esa ciudad, decían que era enorme.

-¿Que? ¿Entramos?

-¿Cómo? Miraba al portón del castillo donde los guardias hacían guardia.

-No llegaré muy lejos si esos soldados me registran y encuentran la espada.

Guilian, miró en todas direcciones, y vio como unos campesinos se acercaban al castillo.

-Parece que hoy es día de mercado, aprovecha para mezclarte entre ellos.
Sebástian se acercó a un grupo, que con paso lento y temeroso se acercaba a la entrada.

Mientras andaba entre ellos notó el miedo que tenían de entrar en el castillo, uno de ellos comentaba con su paisano:

-¿Has traído el tributo del rey? Parecía nervioso, portaba un saco casi vacío, el amigo le miró y agarrando fuertemente el suyo contestó:

-He traído todo lo que tengo, éste invierno pasaremos hambre.
-Yo... dijo sopesando el saco que portaba, que estaba casi vacío, no he podido traer mucho, mi hijo está enfermo y no he podido conseguir más.

-¡Estás loco! Presentarse con solo eso, te van azotar en la plaza.

-Lo sé, ¿pero que podía hacer? , mi hijo necesitaba comer, sino morirá.

Su amigo extendió un brazo y le agarro por el hombro, volteo su saco y saco un par de lechugas, que metió en el de su amigo.

-Gracias amigo mío, te lo pagaré.

El otro sonrió y caminando juntos atravesaron el portón, sin saber que detrás de ellos caminaba Sebástian que había sido testigo de todo.

Él no entendía como un rey podía tratar así de mal a su pueblo. Se encamino enfurecido a la ciudadela...
Sus pasos le llevaron a través de las calles de aquella ciudad.
Observaba a la gente al pasar, podía notar la desolación en cada rostro que se cruzaba con él, el miedo campaba a sus anchas por cada grieta de esa ciudad.

Cuando llevaba un rato caminando, de un callejón, salió corriendo una niña, que mirando a su espalda no vio a Sebástian y colisiono con él, intento agarrarla para que no cayera, pero no pudo.

-¡Ay! Dijo la niña, que intentaba incorporarse. Agarraba algo entre sus manos, protegiendo lo contra su pecho.

Detrás de ella surgió del callejón un soldado.

-¡Alto al ladrón! Exclamo en cuanto la vio

El soldado agarro a la niña por el pelo con una mano, mientras que con la otra, se preparaba para golpearla.
Sebástian vio como la niña cerraba los ojos, esperando el golpe, no intento cubrirse, con las manos, seguía protegiendo lo que en ellas, llevaba.
Horrorizado, vio como el soldado golpeaba la cara de la niña, y esta caía al suelo llorando, el soldado, miraba con odio a esa pobre chiquilla.
Sebástian que ya no pudo contenerse más, lanzo un puñetazo, que sorprendido, no pudo esquivarlo, y salió despedido hacia atrás.
El soldado miro a Sebástian, y después a la niña que estaba acurrucada en el suelo gimoteando.

-¿¡Por qué has golpeado a esa pobre niña!? Grito al soldado, encolerizado.

El soldado, que parecía confuso, miro a Sebástian

-No...No lo sé .Se miró las manos, le temblaban .Se agarró la cabeza con ellas y grito de frustración.

-Perdóname niña, ahora más calmado. Se había levanto e intentaba acercarse a ella que le miraba asustada.

-¡Nooo! Respondió, se alejaba del guardia asustado.

El soldado, bajo la cabeza, miro una última vez a Sebástian y dándose media vuelta, desapareció por el callejón por donde había venido.

-Es la mancha, Sebástian, dijo Guilian desde su hombro.

-¿Que?

-La mancha se extiende, todo aquel cercano a Galbatoris, termina contaminándose.

-¡Hala! Dijo la niña que ya se había incorporado, y miraba a Guilian con asombro -Un lagarto que habla.

Sebástian miro a la niña y se puso en cuclillas, ella, tenía la cara sucia y una lado se le estaba hinchando .Sebástian saco un pañuelo que tenía, y empapando-lo en agua que saco de la mochila, la limpio el rostro, teniendo cuidado de no lastimar el lado donde había recibido el golpe.

-Me llamo Sebástian, y este de aquí, es mi buen amigo Guilian. -Hola, dijo Guilian levantando una de sus patitas. Ella sonrió, le faltaban los dos paletos.- ¡Hola Guilian!

-¡Lidia! , dijo una voz, a sus espaldas, los dos se giraron y vieron a una muchacha que apoyada en una esquina les miraba, la niña sonrió y salió corriendo hacia ella, seguida por Sebástian.
Al llegar, Lidia, sonrió a la muchacha, y alargando las manos le ofreció su contenido.

-¡Mira Natali! , he conseguido esto para ti. La muchacha, miro la manzana que le ofrecía y sonrió, pero negando con la cabeza le dijo.

-Cómela la, tu .Después miro a Sebástian.

-¿Te encuentras bien?, pregunto él .Veía la palidez del rostro de la muchacha. Tenía los ojos vidriosos y el pelo se le pegaba a la frente, hizo amago de agarrarla, pues veía que la muchacha se tambaleaba, ella intento rechazarle, pero le fallaron las fuerzas, Sebástian la atrapo a tiempo, estaba ardiendo.

-¡Natali! , grito la niña angustiada.

Sebástian, con Natali en sus brazos, miro en todas direcciones buscando ayuda.

Una mujer miraba por la ventana de una casa cercana a ellos.

Se encamino hacia ella. La mujer abrió la puerta, Sebástian vio que estaba asustada, había sido testigo de todo lo acontecido en la calle y desconfiaba de él.

-Necesita ayuda..., está ardiendo.

La mujer dudo durante unos segundos..., después, indico a Sebástian que la metiera dentro y la dejara en la cama del dormitorio, ella llego con un recipiente con agua y un paño, mojo el trapo en el agua y se lo poso en la frente a Natali, que sintió el frescor y gimoteo. Lidia lloraba a los pies de su amiga.

La mujer se acercó a ella. -No te preocupes cariño, ven, estarás hambrienta, deja que tu amiga descanse.
Lidia, miro a la mujer, mientras las lágrimas le caían por el rostro, y se abrazó a ella, momento que aprovecho para sacarla de la habitación, mientras lanzaba una mirada a Sebástian indicándole que también saliera.

Sirvió un plato de sopa aguada a Lidia, que sentada a la mesa devoraba con avidez.

-Necesita medicinas, está muy mal, y parece que hace días que no come nada, pobre muchacha. Dijo la mujer mirando a Sebástian.
El, volteo la mochila, y de ella saco toda la comida que llevaba. -Empieza con esto, después del cinturón arranco la bolsa con el dinero que le quedaba, no era mucho. Se lo entrego. -Compra medicinas .La mujer no daba crédito, le había dado todo lo que llevaba.

-¿Quién eres? Pregunto confusa

-Me llamo Sebástian, dijo sonriendo, después se dirigió a la puerta, pero se detuvo.

-Cuídalas, volveré a por ellas.

Y se marchó.

Guilian se giró en el hombro de Sebástian y vio que desde la ventana, Lidia les miraba mientras, les decía adiós con la mano.

-¿Sebástian?

-¿Que?

-Serás un buen rey. El, miro a Guilian, y sonriendo dijo -Eso espero

Cuando llegaron a la ciudadela, encontró las puertas abiertas. Desde fuera, se podía oír música y gente hablando y riendo.

-¡Valla! Parece que nuestro rey Galbatoris está celebrando una fiesta, dijo Guilian.

-¿Crees, que le molestara que nos colemos? Dijo Sebástian sonriendo.

-Madre mía, eso espero.

Y con paso firme entraron en la oscuridad de la ciudadela.

Lo primero que vio al entrar, fue una sala enorme llena de muebles labrados y cuadros colgados de las paredes ,todos ellos con representaciones de Galbatoris en diferentes posturas , a caballo, de pie solemne, sentado en el trono y muchas otras posturas , a cada cual más rocambolesca.
Cuatro columnas lujosamente labradas soportaban un techo abovedado del que colgaban varias lámparas en forma de rueda, que alumbraban la estancia, con un gran surtido de velas.

A la derecha un grupo de trovadores tocaban una tonada pegadiza subidos a un escenario, que hacia las delicias de los allí presentes, que sin fijarse en Sebástian, comían y bebían.
Todos ellos iban lujosamente vestidos, portando sus mejores ropajes, las joyas de las damas destellaban como pequeños soles, al reflejo de la luz de las velas.

Al fondo, el trono, donde Galbatoris reía junto a dos nobles, que le adulaban sin parar, riéndose de todo lo que él decía.
A cada lado del trono un soldado, montaba guardia.
Pero lo que más destacaba era un horrible cuadro encima del trono, era enorme y vestía la pared. En él se veía a Galbatoris clavando una espada en el cuello de un dragón, todo armonizado con un fondo de llamas y destrucción.

Los nobles iban de aquí para allá mezclándose entre los grupos, riéndose, algunos bailaban al son de la música y otros, borrachos, batallaban entre ellos lanzándose comida como si de munición se tratase.
Nadie se fijaba en Sebástian, que miraba asqueado aquella orgía de placeres, pensaba en toda esa gente que había dejado atrás, recordando a la pequeña Lidia, que había robado una manzana para su mejor amiga, y en Natali.

-Menudo presuntuoso, dijo Guilian, que miraba el cuadro que estaba situado arriba del trono -Ni en sus sueños más calenturientos haría semejante hazaña.

En ese momento el rey, que agarraba una botella de una mesa situada a su lado, le vio.

-¿Quién eres tú? Preguntó el monarca, su voz era dura.

Los comensales callaron, la música paro, todos se habían girado para ver que había molestado al monarca.
Sebástian que miraba fijamente al monarca dejó caer la mochila, extrajo la espada y quitando la tela que la cubría, la levantó hasta tocar su frente con la guardia, saludando al rey como su rival.

-¡Mi nombre es Sebástian del dragón, legitimo rey de Salían!, y he venido a ocupar mi lugar, pues ese es mi destino.

Galbatoris no daba crédito a lo que oía.

-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Rio con sorna

-¿Tú?..., ¿rey? Todos en la sala rieron a coro con el monarca.

El rey miró a los allí presentes.

-¡Fuera! , ¡Todos vosotros! , ¡Largo de aquí cucarachas!

Nadie se movió, miraban al rey con espanto.

-¡He dicho que fuera, panda de sanguijuelas! , el que no salga de mi castillo ahora mismo, morirá decapitado y con él, toda su estúpida familia.

Todos echaron a correr hacia la puerta, pisándose unos a otros, al pasar miraban a Sebástian sin saber quién era aquel joven, que había enfurecido al monarca.

Sebástian que seguía mirando fijamente a Galbatoris dijo:

-¿Sabes quién soy?

Guilian se había bajado de su hombro y observaba todo lo que allí acontecía, detrás de una columna.

-¡Si! Respondió con asco.

-Un hijo de culebras y lagartos que se creen con el derecho a venir a mi casa a insultarme.

-¡Matadle!, dijo a los guardias, mientras cogía de una bandeja un trozo de carne, y se lo metía en la boca...
Los guardias avanzaron hasta donde Sebástian estaba situado, dispuesto a cumplir la voluntad de su rey.

El, esperaba tranquilo, en su sitio, con la espada presta.

El soldado de la derecha intentó ensartarlo con la lanza que portaba, Sebástian giró sobre sí mismo agarró la lanza con la mano libre, y con la que portaba la espada descargó un golpe letal sobre el cuello, en el punto donde no llevaba protección.
El soldado soltó la lanza e intento parar la hemorragia con las manos, pero al final, entre gorgoteos, cayó al suelo.
Su compañero que fue testigo de todo, hizo un barrido con su lanza, que Sebástian evitó saltando hacia atrás.
Giraron entonces en círculo midiéndose el uno al otro, el rey ansioso de que terminara el combate gritó.

-¡Mátale ya Inútil!

Nervioso, lanzó la lanza contra Sebástian, pero patinó con la sangre derramada de su compañero, desequilibrando le, Sebástian, la esquivo.

El soldado desenvainó su espada y se lanzó contra Sebástian .Las espadas chocaron entre si haciendo saltar chispas ,pero el soldado, pronto se dio cuenta que su contrincante no se esforzaba ,como si para él , esto fuera un juego ,paraba una y otra vez sus envites.
Cuando ya estaba agotado y sudoroso miró a Sebástian a los ojos, y quedo horrorizado, sus ojos antes normales se habían convertido en dos esmeraldas de un fulgor sobrecogedor, y en medio, donde debería estar la pupila, había ahora una línea alargada, como la de un reptil, que le miraban sin pestañear, su rostro antes joven, ahora era recio y duro, dio un paso atrás y el arma se le resbalo de entre los dedos.

-Vete, dijo Sebástian, con una voz que no admitía réplica, -no tengo nada contra ti.

El, sin saber porque, se enderezó, esa voz había penetrado dentro de él, llenando le de
Tranquilidad, como si todo lo acontecido en esos años fuera un mal sueño, y el acabara de despertar. Ya no se sentía culpable por haber cometido barbaridades en nombre del Rey, se sentía en paz, y dando la espalda a su rey se encaminó hacia la puerta.

-¡Pero qué haces, cobarde!, te mataré con mis propias manos, decía Galbatoris, echando espumarajos por la boca, mientras veía con rabia como el soldado se marchaba.

Ahora solo quedaban, Galbatoris y Sebástian, en la sala del trono, el monarca, le miro con ira mientras se levantaba del trono

-No dejes a un niño, hacer el trabajo de un hombre. Dijo mientras cogía su espada que colgaba de una funda en el trono.

-¿Quieres mi trono, muchacho?, pues gánate lo. Dijo mientras le señalaba con la punta de su espada.


En ese momento, un ruido en la puerta de la habitación asusto a Elisa, que dio un grito cuando la puerta se abrió.

-¿Se puede saber por qué mi hija, a la que tanto amo, está entreteniendo a su madre a estas horas?

La madre, que también se había asustado un poco, pues habían llegado a la parte más emocionante del relato, dijo:

-Estoy contándole un cuento para que se duerma, ya sabes que sin él, no se dormirá, el Conde miro a las dos, y frunciendo los labios dijo:

-¡Ya es tarde! , deja el cuento para mañana, mientras le guiñaba un ojo a su esposa.

-¡Pero papá! , ya estamos en el final, por favor, un poco más. Dijo Elisa mientras le hacía pucheros a su padre.

-A ver..., ¿qué cuento es? Dijo él muy serio.

-El de Sebástian dijo su madre sonriendo le, ya sabes que es su preferido.

El Conde miró serio a las dos, y después de unos segundos que se le hicieron eternos a Elisa, suspiro...

-Está bien, y acercándose a la cama dio un beso a su mujer y otro a su hija en la frente.

-¡Bien! Dijo Elisa sonriendo.

El conde cogió una de las sillas que había en la habitación y se sentó junto a la cama de su hija, las dos le miraron extrañadas.

-¿¡Qué!? A mí también me gusta esa historia, mi abuelo me la contaba cuando yo era pequeño.

-Siempre me decía, que en esa historia, está el origen de nuestro linaje.

Lariel que así se llamaba su mujer le agarró de la mano y con una sonrisa cómplice miró a su marido y continuó con el relato...

Galbatoris bajo las escaleras del trono, mientras se desabrochaba la capa y un abrigo de pieles, dejando a la vista una armadura de anillas.

Agarro con ambas manos la espada y cargó contra Sebástian, a él no le asustaban esos ojos de lagarto.
Descargo un golpe descendente que Sebástian esquivo, la espada del rey golpeo el suelo reventándolo, la fuerza del rey era sobre humana.

Sebástian observaba al rey, buscando algo que le indicara, que era lo que más amaba.

Galbatoris volvió atacar a Sebástian, pero el paro con su espada todos los golpes.

-¿Qué pasa, rey de dragones? Dijo Galbatoris -¿Tienes miedo...? Los ojos del monarca antes normales ahora eran dos pozos negros, la mancha le poseía.

-¿Qué es lo que más amas, Galbatoris? Pregunto, parando uno de los golpes y situándose cara a cara con él. El rey golpeo a Sebástian con el codo, en la cara, haciendo la primera sangre.

Sebástian, se tocó el punto donde le había golpeado.

¿Qué es lo que más amas Galbatoris? Volvió a preguntar.

-Galbatoris le miraba con odio -¡Yo no amo nada! .Y se lanzó contra Sebástian lleno de furia.

Lucharon por toda la sala del trono, destrozando la estancia, ninguno cedía .Ambos habían conseguido herir a su adversario, pero ninguno claudicaba.

Sebástian, no se rendiría, no quería matar a Galbatoris y paraba sus golpes una y otra vez, pero sabía que si no encontraba lo que más amaba, terminaría matándole a él.

Llevaban un buen rato luchando, cuando ambos decidieron darse una tregua, jadeaban, uno enfrente al otro, Sebástian estaba a punto de darse por vencido, al final tendría que lo, cuando una puerta lateral se abrió y entro Irina.

-¡Padre! He vuelto.... Se quedó horrorizada al ver el estado de la sala del trono. Y Sebástian lo vio, los ojos de Galbatoris antes negros, volvían a ser normales.

-¿Que ha pasado aquí? preguntó Irina que por fin miro a su padre.

Con horror se fijó, su padre, sangraba por varios cortes en su cuerpo, corrió hacia el para ayudarlo, pero su padre se lo negó.
-¡No, Irina!, Dijo, dando un paso hacia ella -¡Márchate! El cansancio dificultaba sus movimientos.

Irina no comprendía que pasaba y finalmente le vio, entre las sombras, era Sebástian, tenía los ojos cerrados y estaba muy serio.
En el mismo momento que Irina hablo, Sebástian lo había adivinado. Sabía que para quitar la maldición tendría que matar a Irina.

-¿Sebástian?, ¿Qué haces aquí? Miró a ambos y recordó...recordó lo que le había dicho Sebástian, cuando se encontraban bajo la tormenta.
-¡Nooo, Sebástian! por favor, te lo suplico.

El rey miró a su hija

-Irina márchate de aquí, nada le detendrá.

-Sebástian, por favor, no tienes por qué hacerlo.

-No puedo.

- ¿Por qué?

-Ya lo sabes..., es mi destino. Miraba al suelo cuando lo dijo.

-¿Destino? Vas a matar a mi padre..., ¿por qué? , ¿Qué te ha hecho el?

-¡Díselo!, Dijo Sebástian sin atreverse a mirar a Irina.

Ella, confusa miró a su padre buscando una explicación, pero lo que vio fue a un hombre viejo y cansado que miraba con tristeza a su hija.

-¿Padre? Dijo temerosa.

El rey suspiró.

-Hija..., ¿Te acuerdas de la historia que te conté cuando eras pequeña, la de la gran oscuridad que cubrió al mundo? Dijo su padre mirándola a los ojos.

-Si. .Que confundida, no sabía a qué venia eso.

-¿Recuerdas la parte de los dragones del norte? , ¿El precio que pidieron por ofrecer su ayuda?

-Irina dudo durante unos segundos, había pasado mucho tiempo, pero al final lo recordó,-Si..., el sacrificio supremo, pidieron la sangre de los hijos de los reyes, proclamando que desde ese mismo momento, los reyes no se hacen….Irina se quedó callada, se tapó la boca con las manos y miro a Sebástian, que la observaba fijamente desde donde estaba, con esos ojos de reptil.

-¡Dilo! Dijo Sebástian desde la oscuridad a Irina -¡Continua! Su voz era dura, imperiosa.

Irina respiró profundamente y recitó el decreto de los dragones.

-Y los dragones decretaron a los hombres, que, desde ese momento .Los reyes no se hacen, nacen, y con la sangre real de los dragones gobiernan y defienden de la oscuridad a su pueblo. Todo aquel que incumpla la ley, portara la mancha de la oscuridad.

Irina no podía creer lo que estaba pasando, un Rey de los Dragones había venido a matar a su padre, un ser salido de los cuentos y las leyendas, que hace mucho tiempo habían salvado a los reinos de la oscuridad ¿Cómo era posible?
Sebástian levanto la espada, y se encamino a donde Galbatoris, esperaba.

-¡No, por favor!, no le mates, nos marcharemos, dijo llorando.

-No puedo dejarle marchar. -El porta la marca del falso rey, tarde o temprano se apoderara de él y lo transformara en una bestia oscura. -Matara a todo aquel que se cruce en su camino.

-Pero...tiene que existir alguna forma, replicó ella suplicante.
Galbatoris agotado, cayó de rodillas, su espada rebotó en el suelo. Y mirando a Sebástian dijo:
-Adelante verdugo, acaba conmigo, pero te lo suplico, no le hagas daño a mi hija, ninguna culpa tiene ella más que amarme.
Por nada del mundo quería lastimar a su hija, prefería morir ahora, pues sabía que ella jamás se apartaría de su lado.
Hacía tiempo que había notado, que dentro de él, crecía algo, que poco a poco, se apoderaba de su mente.
Sebástian se acercó al monarca espada en mano, dispuesto a arrebatarle la vida, pues se negaba a matar a Irina para quitar la maldición.
-¡Nooooo! gritó Irina que había cogido la espada de su padre y se enfrentaba a Sebástian.

-Te lo suplico, Sebástian.

El, se había quedado congelado, no sabía qué hacer, le dolía verla sufrir.
-Apártate hija, suplicó Galbatoris. Ya sin fuerzas -Fue culpa mía, no de vi hacerme rey, pensé...pensé que era lo mejor para la gente, y mira en que me he convertido.

-Pero volverás a cambiar, padre, lo sé. -Sé que eres bueno .Dijo con lágrimas en los ojos, mirando a su padre.

-¡Tiene que existir una manera!

En ese momento una voz retumbo en el salón del trono.

-Existe una manera.

Irina, miro alrededor, buscando quien hablaba, quería que siguiera hablando, se agarraba a su última esperanza.

-¡Mostraos! Grito desesperada -Decid, cual es la manera, os lo suplico

-¡No, Guilian!..., por favor, no lo digas .Dijo Sebástian, suplicante

-Solo con el sacrificio de lo amado a manos del auténtico rey borrara la mancha.

-¡¡Nooo!! Grito Galbatoris que intentó levantarse pero le fallaron las fuerzas y cayó de nuevo.
-No permitiré que hagas daño a mi hija, cumple con tu cometido, Rey de dragones, acaba con mi vida. -¡Cumple con tu destino! , bramo desesperado

Pero Irina que amaba a su padre tiro la espada a un lado, saco una daga que portaba al cinto y postrándose delante de Sebástian le ofreció el arma.
-Yo me ofrezco como sacrificio, ese es mi derecho, Rey de dragones.

Sebástian miraba atónito a Irina, se arrodilló y sujeto el arma con una mano mientras que con la otra asía a Irina, que había cerrado los ojos, esperando la muerte.

-¿Por qué? , preguntó confuso, no podía creer que se ofreciera al sacrifico con tanta prontitud, no lo había pensado ni un momento.

-Sabes que tu padre es un monstruo que ha torturado a tu pueblo, dime... ¿por qué?

Irina, lentamente, abrió los ojos y le miro. -Por qué le quiero..., ¿no es suficiente? Susurró.

Sebástian no podía parar de mirarla, le asombraba su valentía.

-No puedo. Dijo Sebástian, apretando los dientes.

-¿Por qué? , pregunto ella, le miraba sin pestañear.

-Porque...se había quedado sin voz, un nudo en la garganta le impedía continuar, el corazón le latía salvajemente. Respiro profundamente y con un suspiro la dijo:

-Porque..., te quiero. Dijo Sebástian cerrando los ojos.

Irina levanto la mano y toco el rostro de Sebástian, que sorprendido por su suave tacto, abrió los ojos.

Irina le miraba a los ojos, estos, ya no eran los de un reptil, eran los suyos, verdes como los bosques en primavera, paso un dedo por los surcos que atravesaban su frente, intentando eliminar el sufrimiento que veía en él. No lo entendía, él era su verdugo, pero no tenía miedo, en ese momento Irina fue consciente de que amaba a Sebástian.
-Y yo a ti Sebástian, Lo dijo sin dudar, sonriendo, como si al decirlo fuera libre y nada más importar en el mundo.

Sebástian se quedó de piedra, ahora más que nunca, no podía matarla. Galbatoris gimoteaba tirado cerca del trono intentaba levantarse, pero no podía.

-Hazlo dijo Irina, su semblante era sereno, una lagrima broto, y se derramo por su rostro, pero esa lagrima no era por su padre...esa lagrima, era por ella misma, que por primera vez había encontrado el amor y lo iba a perder para siempre..., también era por Sebástian, su amado, que por un azar del destino se había convertido en su verdugo.

-No puedo, Irina, Dijo Sebástian, que sufría, con el corazón en un puño.

Irina seguía mirándolo. -Hazlo por mí, solo por mí, olvida quien eres, por has venido, solo concédeme éste deseo te lo suplico, Sebástian.
Irina colocó sus manos sobre la de Sebástian, que empuñaba la daga y acerco la punta a su corazón.

-No, dijo Sebástian angustiado.

Irina sonrió, -Tranquilo, no pasa nada. Y cerrando los ojos, le beso.
En ese momento Irina se clavó la daga en su corazón .Cayo en los brazos de Sebástian, sin vida.

Sebástian horrorizado la abrazó contra su pecho. -¡Noooooo! Gritó, desgarrándose su alma.
Galbatoris lloraba de rodillas, tapándose la cara con las manos, la mancha había desaparecido, el sacrificio se había cumplido.

-Nooo, no, no. Repetía cabizbajo el monarca, mientras lágrimas caían por su rostro.

Sebástian acunó el cuerpo sin vida de Irina, lloraba y maldecía el día que conoció su sino, maldijo a los dioses y a los dragones, su dolor era inmenso.

-Irina..., ¿por qué lo has hecho?

Una voz le sacó de la vorágine de dolor que le destrozaba.

-¡Sebástian! la voz provenía de la entrada.
-¡Qué! Contesto el furioso, soltó el cuerpo de Irina con delicadeza y se incorporó.

-¿¡Esto es lo que quieren los dragones de nosotros!? ¿¡Que nos matemos!? ¿Así piensan ellos que seremos mejores? Sebástian estaba lleno de rabia, pero la furia era insignificante comparada con la desolación que lo cubría y cayó de rodillas ante Guilian con los brazos a los lados.

Se quedó mirándole, sin decir nada más, Sebástian estaba derrotado.


Entonces Guilian ante la presencia de Sebástian y de Galbatoris, empezó a brillar, como el sol.

Sebástian se cubrió los ojos con los brazos, cuando consiguió ver algo, tenía ante sí, a un dragón, que le miraba con sus ojos de reptil, cayó hacia atrás arrastrándose por el suelo.

El dragón era gigantesco, ocupa la mitad de la sala del trono, la cola sobresalía hacia fuera de la ciudadela .Su cabeza provista de colmillos tan grandes como espadas, le miraba directamente, era majestuoso, sus escamas brillaban a la luz de las velas .como esmeraldas bañadas por el agua del mar .Estiro las alas, que chocaron con las paredes de la sala del trono, aquello molesto al dragón, que rugió enfadado, las plegó otra vez contra su cuerpo y volvió a mirar a Sebástian.

Sebástian, tirado en el suelo, no se atrevía a moverse.
-Tranquilo amigo mío, soy yo, Guilian .Dijo el dragón para asombro de Sebástian

-¿Gui... gui... Guilian? , ¿Pero?, ¿cómo? .Sebástian no salía de su asombro.

-Sí, soy un dragón o... ¿acaso pensabas que los lagartos saben hablar? Dijo en tono jocoso

-yo...yo, no lo sé, pensaba...que.... ¡eres un dragón!

-Sí, y tu un rey, amigo mío.

Sebástian se incorporó, y cuando salió de su asombro, volvió a mirar el cuerpo de Irina, que yacía tumbada en el suelo. Ya no le importaba ser rey, lo daría todo por volverla a verla, con vida.

-¿Eso es lo que quieres de verdad? Preguntó Guilian a su espalda.

-¿Qué? .Preguntó Sebástian confuso.

-Y mirando a Irina, Guilian dijo:

-¿Dejarías todo lo que eres y serás, por amor?, ¿sacrificarías todo por ella?

-Sin duda, Respondió Sebástian, y Guilian que podía ver en su alma, vio que decía la verdad.

El dragón levantó la cabeza y con voz profunda dijo:

-Sebástian del Dragón, Rey de Silian, ha superado la prueba. La oscuridad ha sido expulsada.

Sebástian le miro confundido.

-Joven rey, la prueba del sacrificio no era para Galbatoris, era la tuya.

-Tú, tenías que pasar la prueba.
Sebástian miró a Guilian furioso
-¡Lo sabias!, ¡sabias que Irina era la hija de Galbatoris, y que yo tendría que matarla!

-¡Lo sabias, y no me lo dijiste!

-Tenías que enfrentarte a la prueba.

-¡Pero fracase! , fue ella quien se clavó la daga.

-Pero tú, no se lo impediste, sabias lo que iba hacer y en el fondo, te enorgulleciste de ella.
-Si..., y eso hizo que la amara más, Sebástian bajo la mirada al suelo, mirando a Irina
-Pero ella ha pagado un precio muy alto, un precio que debería haber pagado yo.

-Es el precio a pagar, Sebástian, todas las decisiones de un rey, por insignificantes que sean, las paga su pueblo, ¿sino conoces el precio?, ¿cómo vas a saber que es lo mejor ellos?

-Pero ahora Irina se ha marchado... dijo abatido.

-Tenía tantas cosas que contarle...

-¿Marchado? Respondió Guilian levantando sus enormes cejas
Sebástian levanto la mirada hacia Guilian confuso, una voz a su él espalda le llamó.

-¿Sebástian? La voz de Irina acelero su corazón, que latía desbocado, se giró lentamente y la vio, allí, de pie, más bella que nunca, radiante y algo confusa, tocaba con sus manos el lugar donde antes había una daga clavada y que ahora había desaparecido, corrió hacia Irina y la abrazo... Irina lloraba en brazos de Sebástian.

-No vuelvas a hacerme esto, dijo el, mientras la abrazaba, nunca vuelcas a irte de mi lado.

-¡Prométemelo!
-Te lo prometo, dijo Irina que le abrazaba con fuerza -Con morir una vez me vale.

Irina buscó con la mirada a su padre que había conseguido levantarse y se acercaba, llamando a su hija que creía muerta y que ahora abrazaba a Sebástian.
Irina se soltó de Sebástian no sin antes darle un beso, que le desarmo por completo.
Y sonriendo..., corrió hacia su padre, que la esperaba con los brazos abiertos, volvía a ser ese padre afectuoso, que tanto había echado de menos.

Sebástian contemplo a padre e hija como se abrazaban, la cabeza del enorme dragón se puso a su altura.

-Gracias Guilian, de corazón, gracias. Dijo Sebástian, posando una mano en el costado de la cabeza del Dragón.

Guilian mirando también a padre e hija le dijo -Los dragones somos maestros severos, pero no somos crueles.

Y así fue como Sebástian del Dragón, nuevo rey de Silian, gobernó para el bien de su pueblo junto a su amada Reina Irina. Que fueron felices para siempre.


-¡Siiiii! dijo Elisa desde la cama, mientras sus padres reían.

-Ahora a dormir dijo su madre, que volvía a arropar a su hija.
-Yo de mayor quiero ser como Irina mamá.

-Si no te duermes ya, no lo serás, y le dio un beso en la frente de buenas noches, apagaron las velas y salieron de la habitación.




Elisa soltó el pomo de la puerta, tenía los ojos abiertos como platos, y balbuceando consiguió decir:

-Víctor, es un Rey de dragones.



Comentarios

  1. Lástima que no esté pulido: evitar faltas de ortografía, eliminar muchísimas comas que interrumpen innecesariamente la acción, expresiones redundantes, añadir signos de puntuación, etc. A partir del cuento mejora muchímo la narración, fluye más viva y está mucho mejor escrita. Mucho mejor que la primera parte, con una acción trepidante en exceso y un tanto ampulosa. Se ve que te gustan las novelas fantásticas.

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