Capítulo 1
¿Quién es
Víctor?
En una aldea
remota, de un lugar donde el tiempo ha olvidado pasar, vivía Víctor, un
muchacho alegre y feliz que vivía con su tía Victoria, pues quedo huérfano
desde muy pequeño, y ella se hizo cargo de él.
La cabaña
donde vivían ,era pequeña pero acogedora, con un tejado a dos aguas y una
pequeña chimenea con la que pasar los duros inviernos , estaba situada en las
fueras , a poca distancia del gran bosque ,y pegados a un arroyo ,de aguas
frescas y cristalinas, donde Víctor pescaba algún que otro pez cuando terminaba
sus labores , el lugar era el límite del mundo civilizado , donde la vista se
perdía en un horizonte ,de praderas salvajes y montañas lejanas ,que cortaban
el cielo con sus picos nevados. Le gustaba vivir allí, había llagado con su tía
Victoria la primavera pasada, después de un largo y agotador viaje.
Antes vivían
en una pequeña ciudad costera llamada Puerto blanco, más allá de la las
montañas, hacia el este.
Pero un día
,su tía ,llego tarde del mercado, que se celebraba todos los domingos en la
plaza , entro en casa y cerró la puerta con celeridad, respiraba con dificultad
y tenía la frente perlada de sudor ,se restregó las manos contra el delantal
que llevaba puesto y hecho un vistazo por la ventana ,sin mirar si quiera a
Víctor que estaba colocando la leña junto a la chimenea , se giró y mirando al
suelo se quedó pensativa, Víctor , soltó la leña que tenía en brazos y
preocupado pregunto:
-¿Tía
victoria? ¿Ocurre algo?
Victoria se
sobresaltó y miro a Víctor y durante unos segundos, no dijo nada, él iba a
decir algo más cuando victoria se le adelanto.
-Nos mudamos
.Dijo mientras se encaminaba a su habitación, él se quedó de piedra, al poco
salió con dos sacos vacíos, y mirándole, le ofreció uno, el miro el saco y
después a su tía.
-¿Qué
ocurre? ¿Ha pasado algo? Pregunto confuso, notaba que estaba nerviosa, más que
eso, parecía asustada.
-No pasa
nada, le contesto, dándole el saco, después se dirigió a su habitación y el la
siguió, había abierto su baúl y metía todo su contenido en el saco, la
observaba desde el quicio de la puerta, sin dar crédito. Ella se giró y le vio
-Coge toda
la comida de la despensa y métela en un saco, nos hará falta para el camino...,
por lo menos hasta que lleguemos al paso del Oeste, desde allí improvisaremos
algo.
Víctor
avanzo hacia ella, algo pasaba y quería saber que era... extendió el brazo para
agarra el hombro de su tía y encararse con ella, pero como un relámpago se giró
y empujo a Víctor hacia atrás, el termino sentado en el suelo.
Tenía los
puños cerrados y había adoptado una posición de combate, en ese momento vio a
Víctor en el suelo mirándola incrédulo.
-Pe...Perdona
cariño, había salido del trance en el que estaba y se había arrodillado junto a
él, Víctor se levantó, nunca había visto a su tía en ese estado, y menos hacer
uso de la violencia contra nadie.
-¿Qué pasa?
Pregunto molesto.
Ella que
seguía de rodillas en el suelo, se incorporó y acercándose le dijo.
-Cariño,
escucha con atención, tenemos que irnos
-¿Pero, Por
qué? Respondió, pues, no entendía nada
-Confía en
mí, te lo suplico, ahora no puedo explicártelo.
Estaba
desconcertado, pero siempre había confiado en su tía, la miro a los ojos
durante unos segundos y asintió con la cabeza, se dio media vuelta y se puso a
recoger lo que su tía le había ordenado.
Mientras lo
hacía, escuchaba a su tía ir de un lugar a otro recogiendo todo lo que tendría
algún valor en esa casa y lo metía en los sacos.
-¿Y a donde
vamos a ir? Pregunto desde la despensa, mientras metía la comida en el saco,
Victoria le miro, y sin detenerse le dijo:
-Al oeste,
más allá del paso de las montañas, y no dijo más.
-¿Y qué
hacemos con los animales? pregunto molesto, por la falta de información.
Victoria se
detuvo, dejo caer el saco, se acercó a la ventana y miro fuera, después le
miro.
-Tú sigue
metiendo las cosas en los sacos, yo vengo ahora. Y salió por la puerta a todo
correr, Víctor se acercó a la ventana y vio cómo su tía se dirigía a la graja
de los Murray, llamaba a la puerta y esperaba, al poco, la puerta se abrió...,
pero desde donde estaba no podía ver quien era, su tía hablo durante un par de
minutos y después volvió corriendo y entro en casa.
-¡Solucionado!
-¿Que?
Respondió el confuso
-He vendido
la vaca y las gallinas a los Murray. Dijo mientras le enseñaba una bolsista
donde sonaban unas monedas.
-¿Cuánto te
han dado?
-Diez
monedas por la vaca y tres por las gallinas. La miro molesto.
-¡Pero si
valen seis veces más! , voy hablar con los Murray, menudos caraduras
-¡No!
Se quedó
mirado extrañado, -¡Pero es un timo! Replico.
-Por favor,
termina de empacar, nos vamos ¡ya! No tenemos tiempo para discusiones.
Y así fue,
más tarde, cuando ya era noche cerrada, tenían a Negrita, la mula, cargada con
los sacos y estaban en camino hacia el paso de las montañas, Víctor intento
durante todo el camino sonsacar a su tía que había pasado, pero ella, no soltó
prenda, solo le dijo, que algún día se lo contaría, pero que ahora era más
seguro que él no lo supiera.
Él no quería
dejar su casa, desde que era un niño había corrido por sus calles y nadado en
su costas y ahora tenía que dejarla, sin saber porque.
Antes de
cruzar el paso de las montañas, hecho un último vistazo a su espalda, como
despidiéndose, la echaría de manos, y siguió a su tía.
Viajaron,
durante semanas, hasta que el dinero empezó a escasear..., un día llagaron a
una posada, y su tía fue a hablar con el posadero mientras Víctor daba de comer
a Negrita .El pobre animal había cargado con los sacos sin protestar todo el
camino.
Víctor no
sabía cuánto vivía una mula, pero desde que tenía uso de razón Negrita había
estado con ellos.
Cuando
termino de atenderle, entro en la posada, estaba cansado del viaje, y solo
quería cenar algo y acostarse .Habían tenido que acampar en el bosque durante
una semana, y ahora mismo una cama se le antojaba como el mayor de los
placeres.
Cuando llego
a donde estaba su tía, estaba hablando con el posadero, y le llego parte de la
conversación:
-¿Baltasar?
, sí, claro, que se quién es, el bibliotecario del conde William, un buen
hombre, siempre de aquí para allá con sus libros.
-¿El conde
William? Pregunto, -No me suena.
El posadero
la miro con sorpresa
-Es el hijo
del Conde Albert Ulrick, a la muerte de su padre, el heredo el título y las
tierras
Victoria, se
quedó mirando al posadero pensativa -¿William Ulrick? , -y ¿por qué le llamáis
William?
-¡Ah! ,
desde que era pequeño , siempre se oponía a que le llamaran por el apellido y
menos por el título , decía , que el conde era su padre , a él le gustaba más
que le llamaran por su nombre , y así ha quedado hasta hoy.
Victoria vio
a Víctor que les observaba y cambiando de tema, pidió la cena y dos habitaciones.
Víctor se
acercó y pregunto:
-¿Todo bien?
.Ella le sonrió -Si, todo bien, mañana llegaremos al castillo del Conde Ulrik
para presentarnos.
Y así fue,
al día siguiente llagaron a una aldea llamada, La Frontera, después averiguo
que el nombre era debido a que la aldea era el último asentamiento civilizado
antes de internarse en las tierras salvajes del oeste, por lo menos en el punto
al norte de las montañas grises.
Victoria le
mando a hacer unos recados, mientras ella hablaba con el Conde, y para cuando
Víctor termino de hacerlos, ella ya le esperaba en la entrada del pueblo.
-¿Qué tal ha
ido? pregunto.
-Nos han
cedido una granja, una vaca y algunas gallinas dijo su tía mientras revisaba
las cosas que le había mandado comprar.
-¿Que?
Respondió incrédulo -¿cómo...? Era demasiado.
Victoria le
miro y levantando los hombros respondió -Tu tía puede ser muy persuasiva cuando
quiere, anda, coge a Negrita y sigue este sendero, nos llevara hasta nuestro
nuevo hogar.
Víctor se
acercó a Negrita, y mientras le acariciaba, le daba ánimos, diciendo que pronto
le dejarían descansar y que podría dormir y comer tanto como quisiera.
Victoria
miro hacia el pueblo, allí, entre las sombras, un hombre encapuchado había sido
testigo de todo, la saludo con una inclinación y desapareció.
Un día por
la mañana, pasado ya un tiempo desde que llegaran a La frontera, mientras
Víctor trabajaba, arrancando de esa dura tierra el fruto de sus esfuerzos, un
sonido de cascos le interrumpió, levantó la vista, y vio que se acercaba, a
trote, un caballo.
Era
precioso..., con un pelaje negro y las crines recortadas, portaba una silla de
montar, marrón oscuro y un par de alforjas en los costados.
Lo que más
le extraño era que no tenía jinete .Cuando el caballo se sitúo cerca de él, se levantó
sobre sus cuartos traseros, estaba asustado, Víctor dio un paso atrás
apartándose, tiro la azada al suelo, he intento calmar al pobre animal.
-¡Soooo!
Tranquilo...ya está .El caballo relincho una vez más y dejo que se acercara.
-Tranquilo
chico, no pasa nada .Mientras le acariciaba el cuello al equino, notaba su nerviosismo,
estaba sudoroso. Víctor miro en la dirección desde donde la había visto llegar,
esperando ver aparecer a su jinete, pero no llego nadie, solo se oía el cantar
de algunos pájaros que entraban y salían del bosque.
El caballo
relinchó de nuevo y empezó a dar pasos hacia atrás, se soltó de su agarre, y
volviéndose en dirección hacia donde había venido, sacudió la cabeza con fuerza,
como indicando algo.
-¿Qué sucede
chico? Preguntó alarmado.
Entonces se
fijó....En el costado del caballo, se veía una manta bajo la silla, era en marrón,
como la silla, y bordado en una esquina estaba el escudo de la casa del Conde,
una torre con el portón abierto .Víctor horrorizado volvió a batir la zona con
la mirada.
La familia
del Conde Ulrick era muy apreciada en el pueblo , él no los conocía , hacía
poco que habían llagado y solo había conocido a sus ayudantes ,que le cedieron
las tierras de cultivo y la granja a cambio de parte de la cosecha, pero había
oído a mucha gente hablar bien de ellos cuando llevaba la cosecha al mercado.
El caballo
golpeaba el suelo con las patas delanteras, intentando llamar su atención, él
volvió la vista hacia él.
-¿Dónde está
tu jinete? Preguntó alarmado.
El trotó un
poco en dirección al bosque y paró volviendo la cabeza.
Él sin
pensarlo dos veces, azada en mano, empezó a correr detrás del caballo, que al
verle venir hacia él, relinchó, y empezó a correr.
Al cabo de
un rato llegaron al linde del bosque, era una zona peligrosa, los aldeanos
trataban de evitarlo a toda costa, pues se decía que en su interior habitaban
bandidos y maleantes .Solo los soldados del Conde entraban en él, intentando
darles caza, pero sin conseguirlo. Se detuvo, necesitaba recuperar el aliento,
¿a dónde me llevas? Pensó Víctor echando un vistazo a los alrededores, en ese
momento unas voces le llamaron la atención, provenían del bosque, presto atención,
y alcanzó a oír los gritos de una mujer y las risas de unos hombres.
Víctor miro
al caballo, él le observaba fijamente y sacudió la cabeza, como diciéndole que adelante,
que entrara, miro al bosque y otra vez al caballo, este seguía mirándole,
Víctor bajo los hombros resignado, menuda ayuda, pensó, y se internó en el bosque,
en dirección a las voces.
Cuando ya
casi estaba en el lugar, el caballo se detuvo, Víctor le miro irritado. -Cobarde,
susurro, y avanzó despacio, procurando no hacer ruido, apartó las ramas .No
quería que le descubrieran, y con sigilo pudo observar lo que allí acontecía.
Tres hombres
tenían rodeada a una joven que apoyada contra un árbol les hacía frente, ella
enarbolaba un palo que movía de un lado al otro contra los malhechores, que entre
risas se acercaban.
La joven,
vestía una capa con la capucha puesta de color marrón oscuro, pantalones negros
y botas de montar igualmente negras.
Los tres
hombres que la rodeaban intentaban quitarle el palo, pero ella se lo impedían
lanzando golpes en horizontal cada vez que lo intentaban.
Los tres
hombres, vestían con ropas oscuras y muy sucias, con varios rotos, aquí y allá
.El más grande de ellos portaba a su espalda un espadón enorme y los otros dos
una espada al cinto.
Uno de ellos
,que era alto y muy delgado , intento de un salto agarrar el palo , pero ella
le vio venir, y le intento golpear , pero esquivo por los pelos el golpe,
saltando hacia atrás justo a tiempo .Y Víctor pudo verle la cara, cuando
resbalando cayó al suelo.
Tenía el
pelo moreno, con la cara alargada y una perilla que le cubría la barbilla, pero
lo más llamativo de su cara era la nariz aguileña que le daba apariencia de
cuervo.
-Menuda
Fiera Jefe. Dijo el de la nariz aguileña, que se incorporaba .Los otros dos, se
rieron del comentario, sin dejar de mirar a la joven, que alternaba la mirada
entre los otros dos esperando otro ataque.
Víctor miro
a los alrededores, para cerciorarse de que no había más bandoleros entre el
follaje.
Busco entre
las sombras y las copas de los árboles, y no vio a nadie más.
Estaban en
un pequeño claro alejados del camino principal, rodeados de árboles y maleza
.Nadie que pasara por el camino, oiría nada. Pensó en ir a buscar ayuda, pero
estaba seguro que para cuando la encontrara sería demasiado tarde, agarro con
fuerza la azada, no sabía qué hacer.
-¿Quiénes
sois? Preguntó ella mientras lanzaba un golpe contra uno de ellos que se
acercaba demasiado.
-¿Nosotros?
Contestó el más grande, que la miraba relamiéndose Un bruto de dos metros de
altura, que tenía el pelo rapado y una horrible cicatriz, que le nacía en la
frente y le llegaba hasta la barbilla. Dos correas le cruzaban el pecho, de las
cuales colgaba el espadón que portaba a la espalda.
-Nosotros
somos bandoleros, mi lady, y tú eres nuestro salvoconducto para dejar de serlo,
por lo menos... durante un tiempo, ¡tu vida vale oro!, y oro es lo que más
queremos, ¿verdad chicos? Dijo de forma lasciva.
Ellos
asintieron sin perder de vista a la joven, que cada vez se la veía más
asustada.
-¿¡Qué!?
Contestó la joven alarmada.
-¡Yo...yo no
valgo nada! , soy una simple granjera, que se dirige al pueblo.
-¡JA! ¡JA!
¡JA!. Se rieron los tres a la vez.
-¿Nos tomas
por estúpidos, niña? , sabemos quién eres, Lady Elisa, hija del Conde Ulrick...Dijo
el bruto de la cicatriz, mientras hacia una ridícula reverencia.
Ella abrió
los ojos de espanto, no esperaba que la reconocieran, respiró hondo recuperando
algo de temple.
Le habían enseñado,
que el miedo, son las primeras ataduras que imponen abusones. Y empuñando el
palo que portaba se lanzó contra el grandullón, sabía que tarde o temprano se
lo quitarían .Si conseguía eliminar a uno de ellos, y mejor si era el jefe,
igual tenía una oportunidad.
Consiguió
asestarle un duro golpe en la cabeza, pero que no consiguió derribar-lo, los
otros dos, aprovecharon, y se lanzaron sobre ella, arrebatándola el palo de las
manos, la tiraron al suelo, y la inmovilizaron.
-¿Jefe?,
¿estás bien? Preguntó uno de los bandoleros, un gordo, con la cara llena de granos,
que no hacía más que levantarse los pantalones, que constantemente se le caían,
miraba a su jefe, mientras este se tocaba la herida de la cabeza sin salir de
su asombro.
-¡Perra
estúpida! escupió el jefe, viendo su propia sangre en su mano.
-¡Vas a
desear no haber hecho esto! Se acercaba a ella dispuesto a golpearla.
Elisa cerró
los ojos esperando el golpe.
Víctor que
había sido testigo de todo, no pudo resistir más, y sin pensar en su seguridad
salió de su escondite azada en mano.
El primer
golpe se lo llevó el jefe, que sorprendido mientras se giraba hacia él, no tuvo
ocasión de cubrirse. El golpe, había desequilibro a Víctor, pero como los otros
dos estaban ocupados inmovilizando a Elisa, pudo aprovechar para equilibrarse.
-¡Soltadla!
Grito con rabia.
Su voz se
había vuelto imperiosa, sus ojos, desprendían llamaradas verdes, como si un
fuego interno los avivara .Tenia el cuerpo en tensión, agarraba la azada con
las dos manos, tan fuerte, que los nudillos se le pusieron blancos. Su postura
era como la de un depredador dispuesto a saltar sobre su presa.
El pelo,
largo y negro, le caía a mechones por el rostro, oscureciendo sus facciones, y
dándole una apariencia demoníaca.
Él de la
nariz aguileña, que sujetaba a la joven, le miró incrédulo.
-¿Quién coño
eres tú? Preguntó, el gordo, que alarmado por ver a su jefe en el suelo, había
soltado a Elisa.
Había
desenvainado la espada y miraba a Víctor evaluando-le, mientras intentaba que
los pantalones no se le cayeran.
-Mi nombre
es Víctor, y soy granjero. -Y os he dicho que la soltéis.
Elisa abrió
los ojos, y le vio, allí, de pie, con una azada en las manos, parecía más una
bestia que un hombre.
Desde donde
estaba no podía ver bien su rostro, el pelo lo ensombrecía, solo veía sus ojos
que de forma sobrenatural brillaban como dos esmeraldas.
El jefe que
se estaba incorporando, tenía la cara ensangrentada, y cuando consiguió
levantarse del todo, escupió en su propia mano..., observó que varios dientes
estaban depositados en ella.
-¡Pagarás
por esto, granjero! Gritó, mientras desenvainaba una gran hoja que portaba a la
espalda.
Víctor sin
sentir temor alguno afianzó el agarre de su azada, y miró desafiante al bruto
del espadón, algo dentro de él, explotó, un valor, que no sabía que portaba, y
se lanzó contra el jefe.
El,
levantaba el espadón, dispuesto a partir en dos a Víctor. Sonreía, con esa boca
desprovista de dientes, saboreando el final del combate. Pero Víctor, en el
último momento, quebró hacia la derecha, mientras el espadón descendía veloz
hacia el lugar donde un momento antes había estado él .El impacto, desequilibró
por un momento a su portador, que fue aprovechado por Víctor para agarrar la
azada por el mango con las dos manos, después giró en círculo para darse más
fuerza, y asesto un golpe brutal al lateral del jefe. La azada, penetró por el
costado partiendo-le las costillas y entrando hasta el fondo.
El jefe se
le quedo mirando, no daba crédito a lo que estaba pasando, después esputo algo
de sangre por la boca.
Sus
compañeros se quedaron boquiabiertos, no entendían lo que había pasado.
Víctor
observó como el grandullón ponía los ojos en blanco y caída lentamente, primero
de rodillas y después de costado, con la azada clavada en su costado.
El de la
nariz aguileña que sujetaba a la joven se recuperó de la sorpresa horrorizada.
-¡Mátale
joder!
El gordito
le miró sin comprender, no podía creer que su jefe, al que consideraba invencible,
acabara siendo derrotado por un granjero, el de la nariz aguileña le volvió a
gritar.
-¡Mátale ya!
, ¡Está desarmado!
El gordito
miró su mano, que portaba la espada, y aferrando la empuñadura con fuerza se
lanzó contra Víctor gritando.
-¡Estás
acabado granjero de mierda!
Pero él ya
estaba preparado, afianzó los pies en el suelo esperando la carga, éste corría
de frente. Podía leer en su rostro la rabia que lo inundaba, quería clavarle la
espada en el estómago y atravesarlo.
Pero en una
fracción de segundo, Víctor giró su tronco, lanzo las manos hacia la empuñadura
de la espada del bandolero, y sujetó sus manos, las retorció, y le arrebato la espada,
después giró sobre sí mismo con la espada robada, lanzando un golpe en
horizontal, que decapitó al bandolero. El gordo murió sin saber lo que había
pasado, mientras que sus pantalones caían antes que su cuerpo.
Ahora miró a
su siguiente contrincante, que asustado había olvidado a Elisa, que al notar
que su captor había aflojado su agarre, le golpeo en el cuello y se arrastró
alejándose de él.
Elisa notaba
que el bandolero de nariz aguileña temblaba, estaba aterrorizado, pero no era
por la muerte de sus amigos, era por los ojos del joven, eran totalmente verdes,
ya no solo dos puntos brillantes, todo era de color verde y en mitad de ellos
una pupila vertical como las de los gatos le observaban sin pestañear, eran aterradores,
el bandolero levantó las manos.
-Por favor,
no me mates, té lo suplico, tengo hijos.
Víctor,
caminaba hacia él, con paso firme, espada en mano.
Elisa no se
había movido, temblaba, no podía dejar de observar a ese ser sobrenatural que
se acercaba a ellos. Alto, imponente, como si el mismo mundo tendría que
arrodillarse ante su presencia, no había visto nada igual en toda su vida.
Llegó hasta
el bandolero, que se cubría la cabeza, esperando la muerte, Víctor le agarró
por la pechera y levantándolo del suelo con una sola mano le hizo hasta quedar
cara a cara con él, Elisa vio que el bandolero ya no tocaba el suelo.
Aparto la mirada,
no quería ver la muerte del bandolero...Pero su muerte no llego, sé le quedo
mirando fijamente.
-Huye, ¡Y no
vuelvas jamás! ...si nos volvemos a encontrar, te mataré. Su voz destilaba una promesa,
un hecho...
El bandolero
que colgaba de la mano de Víctor, solo consiguió tartamudear un sí, mientras se
orinaba en sus pantalones .Estaba aterrorizado
Le soltó y
este salió huyendo por el bosque a toda velocidad, si mirar atrás.
Víctor se
volvió y la miro a ella, que asustada se arrastró hacia atrás, hasta topar con
el tronco del árbol que antes había usado para defenderse, dio una zancada
hacia ella.
-¡No!... ¡no
me hagas daño, te lo suplico! Dijo Elisa asustada.
Él se detuvo
y ella vio contrariedad en su semblante.
Miró su mano,
que portaba la espada…, la dejó caer, después ofreció la otra, para ayudarla a
levantarse .Elisa, todavía asustada, le evaluó con la mirada, no sabía que
pensar, la había salvado, pero... ¿quién era...? o ¿qué era...?, con reticencia
se la agarró y tirando, la levanto...
Si quisiera
hacerla daño, ya lo habría hecho, pensó mientras se sacudía la ropa.
Elisa estaba
de pie frente a ese ser de ojos asombrosos que la miraba intensamente, no sabía
que hacer o decir y lentamente se quitó la capucha de la cabeza.
-Me llamo
Elisa .Dijo con timidez.
Víctor se
quedó inmóvil mientras la observaba, nunca había visto una joven más bella, su
cabello revuelto, brillaba como el oro fundido, y sus ojos, del color de un
cielo de verano, le observaban, con detenimiento, como intentando averiguar
algo.
-¿Quién
eres? , preguntó la joven, que vencida por la curiosidad había dejado el miedo
en un rincón de su mente.
Pero no
obtuvo respuesta, solo vio como los ojos del joven se apagaban y éste se desplomaba
en el suelo.
Elisa se
quedó observándolo, sorprendida, sin saber qué hacer, ahora parecía un muchacho,
nada parecido al ser sobrenatural que había visto.
En ese
momento un ruido sobresaltó la sobresalto, temerosa de que el bandido que
escapó regresara, recogió la espada del suelo y se puso en guardia .Pero para
su sorpresa, de entre el follaje del bosque había irrumpió su caballo.
-¡Galán!
Dijo Elisa mientras se sujetaba el pecho del susto.
-¡Que susto
me has dado, Galán!... El, resopló con alegría.
Galán,
reticente, se acercó a su ama esquivando los cuerpos de los muertos, ella le
cogió del bocado mientras le acariciaba la cabeza.
-¡Buen
chico! Le dijo para calmarle, aunque la verdad, era ella la que necesitaba
calmarse.
Miró al
joven tendido en el suelo, e hizo ademán de subirse al caballo y escapar ,
todavía recordaba esos ojos que la habían mirado... , pero algo la retuvo , no sabía
bien que era..., volvió a mirar al joven en el suelo, que ahora parecía
inofensivo ,apoyó la cabeza en Galán.
-¿Que hago
Galán?
Galán que
había bajado la cabeza hasta el joven, le golpeaba con el hocico para que se
levantara.
Volvió a
mirar al joven, dudando, no podía dejarle ahí, la había salvado la vida.
Improvisó
unas parihuelas con la manta del acaballo y unas ramas, después con gran
esfuerzo consiguió colocar al joven en ellas.
-¿Y dónde te
llevo?
Sujetaba las
riendas de Galán, mientras miraba al muchacho que ahora dormía apaciblemente.
A la
pregunta de Elisa, Galán contestó poniéndose a caminar fuera del bosque.
Cuando ya
llevaba un rato caminando detrás de Galán y observando al joven , una voz la
sacó de sus pensamientos, alguien gritaba más adelante , Ella se adelantó a ver
quién era, y vio a una mujer, que haciendo altavoz con las manos, gritaba.
-¡Víctor!...
¡Víctor!...
Parecía asustada,
miraba hacia el bosque.
Cuando ya
estaban cerca de ella, se giró, y agarrándose las faldas, corrió hasta donde
estaba Elisa.
-Buenos días
mi lady, por casualidad no habéis...pero no terminó la frase, la mujer había
visto lo que buscaba.
-¡Víctor! ,
por todos los dioses .La mujer se había arrodillado junto a Víctor.
-¿¡Qué ha
pasado!? .Preguntó a Victoria asustada.
-Me ha
salvado la vida.
-Unos
bandidos me asaltaron, y él me salvo...
La mujer se
asustó, y llamando la atención de Elisa, que parecía perdida en sus recuerdos,
la instó a que le llevaran hasta su cabaña.
Mientras caminaban,
No dejaba de recordar los ojos de aquel joven, su porte, el aura que parecía
rodear-le mientras se acercaba aquel bandolero... Ella, juraría que iba a matarlo,
pero al final le perdonó la vida. , ¿Quién hace eso...? ¡Intentaron matarlo...!
pero él..., le perdonó.
Al poco
tiempo llegaron a la cabaña y entre las dos metieron a Víctor en su interior.
La cabaña
era pequeña ,con dos habitaciones en la pared de la derecha, una sala que era
por donde habían entrado , no era muy grande ,había una mesa con dos sillas ,y
en la pared de la izquierda , un par de estanterías llenas de cacharros para
cocinar ,un mueble donde había posado un jarrón medio roto con unas flores. En
frente, al fondo, una chimenea encendida, junto a una puerta que daba a la
parte de atrás de la granja .Era pobre, pero estaba limpio.
La habitación
de Víctor, era espartana, con una cama donde él descansaba ahora, un armario y
una silla deteriorada. Lo que si llamo la atención de Elisa era un baúl, con la
tapa abierta, lleno de un motón de libros.
Cuando le dejaron,
salieron, y la mujer se presentó.
-Me llamo
Victoria, dijo sonriendo - ¿le apetece un té? Dijo mientras ofrecía asiento a
Elisa .Ella miró la mano, que le indicaba una destartalada silla junto a una
mesa igualmente deteriorada, y se puso a temblar, en ese momento se le vino
encima todo lo sucedido y rompió a llorar.
Victoria se
adelantó y la abrazó, no paraba de sollozar contra su pecho.
-Ya está,
cariño, ya está... repitió en varias ocasiones, mientras la acunaba contra ella.
-¡Me salvó!
Consiguió decir, ya más calmada, mientras se quitaba las lágrimas con un
pañuelo que le había dado Victoria
.No sabía cómo
expresar lo que había visto.
-Sus ojos
.Dijo al final balbuceando, en ese momento lo notó, Victoria se había quedado
rígida.
-¿Quién es
él? Preguntó mirando fijamente a Victoria.
Ella dio un
paso atrás..., pero enseguida se rearmó y con su mejor sonrisa dijo.
-Es mi
sobrino Víctor, un granjero.
-¿¡Un
granjero!? Preguntó, no muy convencida.
-¡Pero sus
ojos! eran... como...No sabía cómo describirlos
Victoria fue
hasta la chimenea donde se calentaba un recipiente con agua, cogió un frasco de
la repisa, donde tenía hojas de té y echo un poco.
-Creo que
tienes que marcharte, tu familia debe estar preocupada por ti. Dijo de espaldas
a Elisa.
A ella le irritó
que esa mujer cambiara de tema de esa manera, quería respuestas.
Airada se acercó
a la puerta, dispuesta a marcharse, pero no dejaría que las cosas terminaran así,
agarró el pomo .Pero se quedó congelada, un recuerdo le vino a la mente, un
historia que su madre le contaba cuando era pequeña, al acostarse…
Hace 15 años,
Castillo del Conde William Ulrick
-¡Pero mamá,
no tengo sueño! Dijo Elisa haciendo pucheros a su madre.
-Cariño mío,
es tarde y tienes que dormir para que mañana no estés cansada, respondió su
madre sonriendo.
Elisa cruzó
sus pequeños brazos sobre el pecho, desafiante, mientras apartaba la mirada
hacia un lado.
-Pues
cuéntame un cuento.
Su madre
imitó la postura de su hija, y esperando unos segundos la dijo:
-¡Esta bien!
¡Pero uno corto! , no quiero que tu padre tenga que venir para saber porque su
hija no quiere meterse en la cama.
Elisa sonrió
y corriendo se metió en la cama, su madre, la arropó hasta la barbilla, los
ojos de Elisa brillaban de expectación esperando a que su madre empezara con el
cuento.
-¿Cual
quieres que te cuente? Preguntó, a sabiendas de cual le pediría.
-El de Sebástian
respondió, la niña alegremente, su madre suspiró, y mientras alisaba las mantas
de la cama empezó a narrar el cuento.
Hace mucho,
mucho tiempo, este reino, estaba gobernado por un rey muy, muy malo que se
llamaba Galbatoris.
Tenía
esclavizados a todos sus vasallos y los trataba cruelmente, nadie, hacia frente
a este temible gobernante, pues se decía, que tenía un poder sobrenatural, que
le hacía invencible. El pobre valiente que lo intentaba, terminaba derrotado y
encarcelado en las mazmorras del castillo, un lugar frio y húmedo, de donde
nunca más volvía a salir.
Elisa cogió
con sus manitas la manta y se tapó hasta casi taparle los ojos, era la parte
del cuento que más miedo le daba, su madre la miró y dándole un beso en la
frente le preguntó:
-¿Quieres
que pare? , no quiero que luego tengas pesadillas, Ella negó con la cabeza
mientras ungía a su madre a continuar con el relato.
-Está bien,
y se tumbó al lado de su pequeña.
Galbatoris tenía
una hija, Irina, una joven muy bella y alegre .Lo único bueno que tenía esa
familia.
Ella al
contrario que su padre ayudaba a la gente; ofreciéndoles comida y preparando
medicinas para cuando enfermaban, había aprendido de su difunta madre la
sabiduría de las plantas y en secreto las cultivaba, a espaldas de su padre,
que no veía con buenos ojos, que su hija ayudara a los campesinos.
Un día, la
avisaron de que en una aldea cercana, unos niños, habían enfermado, apenas
tenían para comer y eran presa de las fiebres .Sin pensarlo dos veces, así era Irina,
cogió su caballo, y salió al galope.
Pero una
tormenta sorprendió a la joven, los rayos caían por todas partes, pero ella, tenía
que continuar, le habían dicho que los niños no sobrevivirían sin sus medicinas.
Entonces un
gran relámpago asusto a su caballo, que se encabrito, levantándose sobre sus
cuartos traseros, ella perdió el agarre, pero como era muy buena jinete, saltó,
y consiguió no caer con mucha fuerza al suelo, lo malo, es que el caballo salió
corriendo al galope.
-¡No, Galán!
.Grito Irina..., pero, Galán que estaba asustado, no oía a su ama.
Irina que
nunca se daba por vencida, así era su carácter, se encaminó a pie hacia el poblado,
le quedaba un buen trecho.
La tormenta
se impacientó, y rompió a llover con intensidad. Irina, miro en todas
direcciones, necesitaba un refugio, más adelante entre unas rocas, un grupo de
árboles desafiaba a la tormenta, echó a correr.
Cuando ya se
encontraba cobijada bajo el abrigo de los árboles, una voz la puso en guardia.
-No es de
buen juicio ponerte al cobijo de un árbol cuando el señor de las tormentas está
enfadado.
Ella miró
hacia donde venía la voz y vio a un joven, sentado en una roca bajo la lluvia,
estaba calado hasta los huesos.
-¿Y es mejor,
mojarse con su llanto? Respondió, divertida.
El joven
levantó los hombros y respondió.
-Prefiero el
roce de sus lágrimas, a que su ira me parta en dos.
Un rayo cayó
en un árbol cercano, destrozándole, Irina dio un grito y de un salto salió de
su cobijo, a paso ligero se acercó al joven que la miraba sonriendo.
Ella le observó,
se había llevado un buen susto..., le molesto que a él le hiciera gracia.
La sonrió de
nuevo y señalando con la mano, la invitó a sentarse a su lado. Ella miró con
desconfianza al joven, desairó su invitación y se sentó en otra roca frente a él.
-Me llamo
Sebástian.
Irina no contestó,
estaba evaluando al joven .Vestía de forma sencilla, como un campesino.
Pantalones
de lana negra con un cinturón y unas botas marrones gastadas, una camisa blanca
le cubría el pecho.
A un lado,
tenía una mochila, y apoyada en ella, una espada envuelta en una tela de color rojo,
él observó que ella miraba la espada, estiró el brazo, la sujetó por la mitad y
la lanzó a los pies de Irina.
-No te haré
ningún daño..., no es para ti su filo.
Irina que
miraba la espada tirada en el suelo, levantó la vista hacia el joven y
respondió.
-¿Y para
quién es? Preguntó mientras observaba con más detenimiento al joven que la
miraba directamente a los ojos.
El agua
había mojado su cabello, y le tapaba parcialmente el rostro.
-Para un ser
malvado que ocupa mi lugar en el mundo. Respondió mirando a la oscuridad de la
tormenta detrás de Irina.
Le
sobresaltó la rotundidad de su declaración, no eran palabras de un campesino,
sino algo más regio.
-¿De dónde
eres Sebástian? Preguntó, más intrigada ahora, que temerosa, no entendía por
qué le resultaba tan cómodo hablar con él, como si ya se conocieran.
Sebástian
bajó la mirada de la tormenta y apartándose el pelo de la cara respondió:
-Del sur,
más allá de las montañas grises.
Ella vio al
fin la cara de su acompañante, su pelo negro había tapado la cara de un joven
muy guapo..., pero lo que más le llamó la atención, fueron sus ojos, del color
del bosque en primavera, que destacaban por encima de todo, y su sonrisa,
blanca y cálida.
-Mu...muy
lejos para semejante hazaña, ¿no crees? Respondió azorada mientas apartaba la
mirada hacia un lado, sin saber por qué se había puesto colorada.
-Sí, no diré
que el viaje, no ha sido duro, y lleno de peligros..., pero no podía obviarlo.
-¿Por qué? Preguntó
intrigada. Sin mirarle directamente.
-¿Por qué,
que? Respondió dubitativo.
-¿Por qué,
vienes desde tan lejos y atravesando tantos peligros a matar a una persona?
Volvió la
vista hacia la tormenta de nuevo y con la mayor tranquila respondió:
-Porque es
mi destino.
Irina se le
quedó mirando sin dar crédito a lo que escuchaba.
-¡Ja! ¡Ja!
¡Ja!. Rio, mientras miraba a Sebástian .El la miró extrañado.
-¿Qué tiene
tanta gracia? Preguntó, un poco molesto. Aunque la verdad, la risa de la joven,
le había sonado a gloria.
-¡Tú!
Respondió mientras se apartaba el pelo mojado de la cara.
-Recorres
esa distancia, y como bien dices peligrosa, para matar una persona que ocupa tu
lugar en el mundo, aquí, en este lugar... ¿cómo va a ocupar tu lugar, aquí? si
tú eres del Sur, dijo señalando con la mano.
Sebástian la
observo con detenimiento .Ella, aparto la mirada y con la mano coloco sus
cabellos empapados, detrás de la oreja.
-Es una
larga historia .Respondió al final, -llena de medias verdades y medias
mentiras, pero que al final me han traído hasta este lugar y este momento.
Ella le
observo con detenimiento, todo lo que le contaba, se salía del comportamiento
de un granjero...
-¿Quién eres
Sebástian? Pregunto intrigada.
-¿Yo...? Un granjero,
respondió alegremente.
-No pareces un
granjero.
Sin darse
cuenta la tormenta había amainado, pero Irina seguía sentada frente a Sebástian,
olvidando su misión, la lluvia que caía, y cualquier otra cosa, mientras
hablaba con aquel extraño joven, estaba muy a gusto con él.
Sebástian
levantó los hombros a modo de respuesta, posó las manos en sus rodillas y se incorporó,
Irina hizo lo mismo sobresaltada, pensó que había ofendido a su acompañante.
Él se acercó
un poco a ella, se agachó, y recogió su espada .Después la miró a los ojos y
haciendo un reverencia la saludó con una gran sonrisa.
-Mi lady, es
hora de que continué mi viaje, ha sido un placer conversar con vos, al amparo
de la lluvia, pero mi destino me llama, espero que volvamos a encontrarnos en
mejores condiciones.
Irina le
miró e imitando su saludo le respondió:
-Yo también
he de seguir mi viaje, me he retrasado mucho y encima he perdido a mi caballo.
Respondió
abatida
Sebástian
sonrió y mientras recogía sus cosas le dijo:
-No se
agravie, mi lady, creo que su caballo es fiel a su persona, pues le espera al
amparo de aquellos árboles, detrás de vos.
Irina se
giró y allí, entre los árboles, paciendo tranquilamente estaba Galán, se giró
para agradecer a su acompañante la información..., pero él ya se alejaba de
ella.
-¡Sebástian!
Gritó Irina, Él se giró, y ella sonriendo le dijo:
-¡Me llamo
Irina! , Sebástian sonrió, y haciendo una reverencia el saludo, después se
giró, y continúo caminando.
Irina
sonreía mientras se encaminaba hacia su caballo.
-Qué joven
tan extraño. Montó de un salto, y giró la montura hacia donde él estaba, le vio
seguir por el camino durante unos segundos .Después, apremiada, giró de nuevo y
siguió su camino hacia el poblado.
Mientras
Sebástian caminaba, de su mochila brotó un lagarto que reptó hasta su hombro.
-¡Puf! ¿No
podías haber abreviado un poco la charla? dijo malhumorado.
Sebástian
sonrió por el comentario.
-Sí, pero me
gustaba su compañía, se giró y observó cómo Irina galopaba
-Recuerda
que tienes que matar al rey, tienes que acabar con el usurpador.
-¿Por qué? Preguntó
Sebástian molesto.
-Así son las
reglas, el mal que ensombrece al falso rey, ensombrece la tierra que pisas, ¿no
lo notas?
Cerró los
ojos y respiró profundamente, notaba el sufrimiento de la tierra, su dolor.
-Sí, ¿pero....?
-¡Sebástian!...dijo
Guilian, pues así se llamaba el lagarto.
-Sé que en
tu corazón brilla la compasión, pero la maldición de los falsos reyes debe terminar,
por el bien de este reino y de sus gentes.
Volvió a
respirar profundamente y continuó caminando.
Más tarde,
al anochecer, acamparon al cobijo de un cielo estrellado, la tormenta había
pasado dejando un cielo limpio, con un agradable aroma a pastos húmedos. Él,
tumbado boca arriba y con los brazos detrás de la cabeza rememoraba cada
palabra que había dicho Irina, cada gesto, cada movimiento, sonriendo, sin
saber por qué.
A sus pies
un poco separados estaba Guilian encima de una roca cercana a la fogata,
calentándose.
-¿Por qué tiene
que morir el falso rey? Preguntó de nuevo, Guilian le miró y suspirando le
respondió:
-Así es la ley.
-¿Qué ley?
Se incorporó apoyado en los codos.
-¿Qué ley es
esa, que me hace asesinar a un ser inocente que está bajo una maldición?
Guilian permaneció en silencio.
-Si es una
maldición... ¿no podemos romperla? Preguntó mirando las estrellas.
Guilian
seguía en silencio.
-¿Guilian?
Sebástian, había notado la duda en él.
Guilian
respiró profundamente y mirando en todas direcciones, como si un batallón de espías
estaría entre los árboles, respondió:
-No puedo decírtelo,
va contra las normas, y podría meterme en un lio, respondió en voz baja.
Sebástian se
incorporó y se acercó a él.
-Somos amigos,
entre los dos hemos pasado por muchas aventuras hasta llegar aquí, te lo
suplico amigo mío, si puedo salvarlo..., tienes que decírmelo.
Guilian le
miraba a los ojos, un gran duelo se producía en su interior, quería mucho a
Sebástian y por nada del mundo dejaría que nadie le hiciera daño.
-Está bien,
respondió, pero me tienes que prometer que si no funciona harás lo que tienes
que hacer.
-¡Hecho!
Respondió lleno de esperanza, haría lo imposible por salvar a un inocente, pues
sabía qué hace mucho tiempo, Galbatoris, había sido un buen hombre y que la
maldición lo había corrompido.
-¿Qué tengo
que hacer?
Guilian se enderezo,
y muy solemnemente recito:
-El falso
rey tiene que perder lo que más ama, para que la mancha quede desterrada.
- Sebástian
se incorporó y empezó a caminar lentamente alrededor de la hoguera.
Mientras
caminaba, murmuraba para sí:
-Lo que más
ama...lo que más ama...
-¿Qué puede
amar un rey malvado?
-¿Su reino? ,
¿Su riqueza...?, ¿¡su vida!?
-Vete tú a saber,
respondió Guilian -Una vez me contaron que un falso rey, lo que más amaba, era
que le azotaran en el culo con un látigo.
Sebástian se
le quedo mirando incrédulo -¿Qué? , ¿Con un látigo...? ¿En el culo?
-Sí,
contesto Guilian, -Al pobre no pudieron salvarlo.
Sebástian
frunció el ceño -¿De dónde salen esas historias?, Y además, ¿quién se las
cuenta a un lagarto?
Ofendido
miro a Sebástian a la cara -¡Uno se entera de cosas, si sabe escuchar!
-¡Vale! , ¡Vale!
, no te enfades, solo era una pregunta.
Pasó toda la
noche pensado como quitarle lo que más ama, a un rey despiadado y cruel, hasta
que el alba llego.
A la mañana
siguiente se encaminaron hacia el castillo.
Ya pasada la
mañana llegó a una loma, desde donde se podía ver la ciudad .Las puertas,
estaban abiertas, pero dos soldados montaban guardia.
Los dos
miraron hacia la ciudad, era enorme .Sebástian nunca había visto una
construcción tan grande. Un gran muro de piedra, de varios metros de altura,
rodeaba toda la ciudad, varios soldados patrullaban en lo alto.
Desde donde
se encontraban podían ver, en lo más alto, la ciudadela, que contaba con dos
torreones uno a cada lado, del que pendían unos pendones, con el escudo del
rey, un puño que agarraba, una corona dorada.
-¡Vaya! Dijo
Sebástian, maravillado al ver el castillo.
Guilian que
viajaba en su hombro resopló.
-Si esto te
parece asombroso , tendrías que a ver visto el castillo de Unriel ,El falso rey
del reino del este, ese sí que era gigantesco, feo , pero gigantesco, siempre
me recuerda a esa frase de “dime de lo que presumes y te diré de lo que
careces” en fin... , ¿entramos?.
-¿Que le
paso a Uriel? Pregunto Sebástian, mientras miraba el portón del castillo.
-Ese se salvó,-llevo
un trabajo de mil demonios, pero se salvó.
-¿Qué era lo
que más amaba?
-¿Tu qué
crees? Sebástian, se quedó boquiabierto, mientras miraba a Guilian -Piedra a
piedra, Sebástian, no veas como berreaba, cuando destruyeron el castillo, pero
al final valió la pena, con el material que sacaron, se construyó la gran
ciudad de Ilisian.
Sebástian se
quedó asombrado, había oído hablar de esa ciudad, decían que era enorme.
-¿Que?
¿Entramos?
-¿Cómo?
Miraba al portón del castillo donde los guardias hacían guardia.
-No llegaré
muy lejos si esos soldados me registran y encuentran la espada.
Guilian,
miró en todas direcciones, y vio como unos campesinos se acercaban al castillo.
-Parece que
hoy es día de mercado, aprovecha para mezclarte entre ellos.
Sebástian se
acercó a un grupo, que con paso lento y temeroso se acercaba a la entrada.
Mientras
andaba entre ellos notó el miedo que tenían de entrar en el castillo, uno de
ellos comentaba con su paisano:
-¿Has traído
el tributo del rey? Parecía nervioso, portaba un saco casi vacío, el amigo le
miró y agarrando fuertemente el suyo contestó:
-He traído
todo lo que tengo, éste invierno pasaremos hambre.
-Yo... dijo
sopesando el saco que portaba, que estaba casi vacío, no he podido traer mucho,
mi hijo está enfermo y no he podido conseguir más.
-¡Estás loco!
Presentarse con solo eso, te van azotar en la plaza.
-Lo sé,
¿pero que podía hacer? , mi hijo necesitaba comer, sino morirá.
Su amigo
extendió un brazo y le agarro por el hombro, volteo su saco y saco un par de lechugas,
que metió en el de su amigo.
-Gracias
amigo mío, te lo pagaré.
El otro
sonrió y caminando juntos atravesaron el portón, sin saber que detrás de ellos
caminaba Sebástian que había sido testigo de todo.
Él no
entendía como un rey podía tratar así de mal a su pueblo. Se encamino
enfurecido a la ciudadela...
Sus pasos le
llevaron a través de las calles de aquella ciudad.
Observaba a
la gente al pasar, podía notar la desolación en cada rostro que se cruzaba con él,
el miedo campaba a sus anchas por cada grieta de esa ciudad.
Cuando
llevaba un rato caminando, de un callejón, salió corriendo una niña, que
mirando a su espalda no vio a Sebástian y colisiono con él, intento agarrarla
para que no cayera, pero no pudo.
-¡Ay! Dijo
la niña, que intentaba incorporarse. Agarraba algo entre sus manos, protegiendo
lo contra su pecho.
Detrás de
ella surgió del callejón un soldado.
-¡Alto al
ladrón! Exclamo en cuanto la vio
El soldado
agarro a la niña por el pelo con una mano, mientras que con la otra, se
preparaba para golpearla.
Sebástian
vio como la niña cerraba los ojos, esperando el golpe, no intento cubrirse, con
las manos, seguía protegiendo lo que en ellas, llevaba.
Horrorizado,
vio como el soldado golpeaba la cara de la niña, y esta caía al suelo llorando,
el soldado, miraba con odio a esa pobre chiquilla.
Sebástian
que ya no pudo contenerse más, lanzo un puñetazo, que sorprendido, no pudo esquivarlo,
y salió despedido hacia atrás.
El soldado
miro a Sebástian, y después a la niña que estaba acurrucada en el suelo
gimoteando.
-¿¡Por qué
has golpeado a esa pobre niña!? Grito al soldado, encolerizado.
El soldado,
que parecía confuso, miro a Sebástian
-No...No lo sé
.Se miró las manos, le temblaban .Se agarró la cabeza con ellas y grito de
frustración.
-Perdóname niña,
ahora más calmado. Se había levanto e intentaba acercarse a ella que le miraba
asustada.
-¡Nooo! Respondió,
se alejaba del guardia asustado.
El soldado,
bajo la cabeza, miro una última vez a Sebástian y dándose media vuelta,
desapareció por el callejón por donde había venido.
-Es la mancha,
Sebástian, dijo Guilian desde su hombro.
-¿Que?
-La mancha
se extiende, todo aquel cercano a Galbatoris, termina contaminándose.
-¡Hala! Dijo
la niña que ya se había incorporado, y miraba a Guilian con asombro -Un lagarto
que habla.
Sebástian
miro a la niña y se puso en cuclillas, ella, tenía la cara sucia y una lado se
le estaba hinchando .Sebástian saco un pañuelo que tenía, y empapando-lo en
agua que saco de la mochila, la limpio el rostro, teniendo cuidado de no
lastimar el lado donde había recibido el golpe.
-Me llamo Sebástian,
y este de aquí, es mi buen amigo Guilian. -Hola, dijo Guilian levantando una de
sus patitas. Ella sonrió, le faltaban los dos paletos.- ¡Hola Guilian!
-¡Lidia! ,
dijo una voz, a sus espaldas, los dos se giraron y vieron a una muchacha que
apoyada en una esquina les miraba, la niña sonrió y salió corriendo hacia ella,
seguida por Sebástian.
Al llegar,
Lidia, sonrió a la muchacha, y alargando las manos le ofreció su contenido.
-¡Mira
Natali! , he conseguido esto para ti. La muchacha, miro la manzana que le
ofrecía y sonrió, pero negando con la cabeza le dijo.
-Cómela la,
tu .Después miro a Sebástian.
-¿Te
encuentras bien?, pregunto él .Veía la palidez del rostro de la muchacha. Tenía
los ojos vidriosos y el pelo se le pegaba a la frente, hizo amago de agarrarla,
pues veía que la muchacha se tambaleaba, ella intento rechazarle, pero le
fallaron las fuerzas, Sebástian la atrapo a tiempo, estaba ardiendo.
-¡Natali! ,
grito la niña angustiada.
Sebástian,
con Natali en sus brazos, miro en todas direcciones buscando ayuda.
Una mujer
miraba por la ventana de una casa cercana a ellos.
Se encamino
hacia ella. La mujer abrió la puerta, Sebástian vio que estaba asustada, había
sido testigo de todo lo acontecido en la calle y desconfiaba de él.
-Necesita
ayuda..., está ardiendo.
La mujer
dudo durante unos segundos..., después, indico a Sebástian que la metiera
dentro y la dejara en la cama del dormitorio, ella llego con un recipiente con
agua y un paño, mojo el trapo en el agua y se lo poso en la frente a Natali,
que sintió el frescor y gimoteo. Lidia lloraba a los pies de su amiga.
La mujer se acercó
a ella. -No te preocupes cariño, ven, estarás hambrienta, deja que tu amiga descanse.
Lidia, miro
a la mujer, mientras las lágrimas le caían por el rostro, y se abrazó a ella,
momento que aprovecho para sacarla de la habitación, mientras lanzaba una
mirada a Sebástian indicándole que también saliera.
Sirvió un
plato de sopa aguada a Lidia, que sentada a la mesa devoraba con avidez.
-Necesita medicinas,
está muy mal, y parece que hace días que no come nada, pobre muchacha. Dijo la
mujer mirando a Sebástian.
El, volteo
la mochila, y de ella saco toda la comida que llevaba. -Empieza con esto,
después del cinturón arranco la bolsa con el dinero que le quedaba, no era
mucho. Se lo entrego. -Compra medicinas .La mujer no daba crédito, le había
dado todo lo que llevaba.
-¿Quién
eres? Pregunto confusa
-Me llamo Sebástian,
dijo sonriendo, después se dirigió a la puerta, pero se detuvo.
-Cuídalas,
volveré a por ellas.
Y se marchó.
Guilian se giró
en el hombro de Sebástian y vio que desde la ventana, Lidia les miraba mientras,
les decía adiós con la mano.
-¿Sebástian?
-¿Que?
-Serás un
buen rey. El, miro a Guilian, y sonriendo dijo -Eso espero
Cuando
llegaron a la ciudadela, encontró las puertas abiertas. Desde fuera, se podía
oír música y gente hablando y riendo.
-¡Valla!
Parece que nuestro rey Galbatoris está celebrando una fiesta, dijo Guilian.
-¿Crees, que
le molestara que nos colemos? Dijo Sebástian sonriendo.
-Madre mía,
eso espero.
Y con paso
firme entraron en la oscuridad de la ciudadela.
Lo primero
que vio al entrar, fue una sala enorme llena de muebles labrados y cuadros
colgados de las paredes ,todos ellos con representaciones de Galbatoris en
diferentes posturas , a caballo, de pie solemne, sentado en el trono y muchas
otras posturas , a cada cual más rocambolesca.
Cuatro
columnas lujosamente labradas soportaban un techo abovedado del que colgaban
varias lámparas en forma de rueda, que alumbraban la estancia, con un gran
surtido de velas.
A la derecha
un grupo de trovadores tocaban una tonada pegadiza subidos a un escenario, que
hacia las delicias de los allí presentes, que sin fijarse en Sebástian, comían
y bebían.
Todos ellos
iban lujosamente vestidos, portando sus mejores ropajes, las joyas de las damas
destellaban como pequeños soles, al reflejo de la luz de las velas.
Al fondo, el
trono, donde Galbatoris reía junto a dos nobles, que le adulaban sin parar,
riéndose de todo lo que él decía.
A cada lado
del trono un soldado, montaba guardia.
Pero lo que más
destacaba era un horrible cuadro encima del trono, era enorme y vestía la
pared. En él se veía a Galbatoris clavando una espada en el cuello de un
dragón, todo armonizado con un fondo de llamas y destrucción.
Los nobles
iban de aquí para allá mezclándose entre los grupos, riéndose, algunos bailaban
al son de la música y otros, borrachos, batallaban entre ellos lanzándose
comida como si de munición se tratase.
Nadie se
fijaba en Sebástian, que miraba asqueado aquella orgía de placeres, pensaba en
toda esa gente que había dejado atrás, recordando a la pequeña Lidia, que había
robado una manzana para su mejor amiga, y en Natali.
-Menudo presuntuoso,
dijo Guilian, que miraba el cuadro que estaba situado arriba del trono -Ni en
sus sueños más calenturientos haría semejante hazaña.
En ese
momento el rey, que agarraba una botella de una mesa situada a su lado, le vio.
-¿Quién eres
tú? Preguntó el monarca, su voz era dura.
Los
comensales callaron, la música paro, todos se habían girado para ver que había
molestado al monarca.
Sebástian
que miraba fijamente al monarca dejó caer la mochila, extrajo la espada y
quitando la tela que la cubría, la levantó hasta tocar su frente con la guardia,
saludando al rey como su rival.
-¡Mi nombre
es Sebástian del dragón, legitimo rey de Salían!, y he venido a ocupar mi lugar,
pues ese es mi destino.
Galbatoris
no daba crédito a lo que oía.
-¡Ja! ¡Ja!
¡Ja! Rio con sorna
-¿Tú?..., ¿rey?
Todos en la sala rieron a coro con el monarca.
El rey miró
a los allí presentes.
-¡Fuera! , ¡Todos
vosotros! , ¡Largo de aquí cucarachas!
Nadie se movió,
miraban al rey con espanto.
-¡He dicho
que fuera, panda de sanguijuelas! , el que no salga de mi castillo ahora mismo,
morirá decapitado y con él, toda su estúpida familia.
Todos
echaron a correr hacia la puerta, pisándose unos a otros, al pasar miraban a
Sebástian sin saber quién era aquel joven, que había enfurecido al monarca.
Sebástian
que seguía mirando fijamente a Galbatoris dijo:
-¿Sabes quién
soy?
Guilian se
había bajado de su hombro y observaba todo lo que allí acontecía, detrás de una
columna.
-¡Si!
Respondió con asco.
-Un hijo de
culebras y lagartos que se creen con el derecho a venir a mi casa a insultarme.
-¡Matadle!,
dijo a los guardias, mientras cogía de una bandeja un trozo de carne, y se lo
metía en la boca...
Los guardias
avanzaron hasta donde Sebástian estaba situado, dispuesto a cumplir la voluntad
de su rey.
El, esperaba
tranquilo, en su sitio, con la espada presta.
El soldado
de la derecha intentó ensartarlo con la lanza que portaba, Sebástian giró sobre
sí mismo agarró la lanza con la mano libre, y con la que portaba la espada
descargó un golpe letal sobre el cuello, en el punto donde no llevaba
protección.
El soldado
soltó la lanza e intento parar la hemorragia con las manos, pero al final,
entre gorgoteos, cayó al suelo.
Su compañero
que fue testigo de todo, hizo un barrido con su lanza, que Sebástian evitó
saltando hacia atrás.
Giraron
entonces en círculo midiéndose el uno al otro, el rey ansioso de que terminara
el combate gritó.
-¡Mátale ya Inútil!
Nervioso,
lanzó la lanza contra Sebástian, pero patinó con la sangre derramada de su
compañero, desequilibrando le, Sebástian, la esquivo.
El soldado
desenvainó su espada y se lanzó contra Sebástian .Las espadas chocaron entre si
haciendo saltar chispas ,pero el soldado, pronto se dio cuenta que su
contrincante no se esforzaba ,como si para él , esto fuera un juego ,paraba una
y otra vez sus envites.
Cuando ya
estaba agotado y sudoroso miró a Sebástian a los ojos, y quedo horrorizado, sus
ojos antes normales se habían convertido en dos esmeraldas de un fulgor sobrecogedor,
y en medio, donde debería estar la pupila, había ahora una línea alargada, como
la de un reptil, que le miraban sin pestañear, su rostro antes joven, ahora era
recio y duro, dio un paso atrás y el arma se le resbalo de entre los dedos.
-Vete, dijo
Sebástian, con una voz que no admitía réplica, -no tengo nada contra ti.
El, sin
saber porque, se enderezó, esa voz había penetrado dentro de él, llenando le de
Tranquilidad,
como si todo lo acontecido en esos años fuera un mal sueño, y el acabara de
despertar. Ya no se sentía culpable por haber cometido barbaridades en nombre
del Rey, se sentía en paz, y dando la espalda a su rey se encaminó hacia la puerta.
-¡Pero qué haces,
cobarde!, te mataré con mis propias manos, decía Galbatoris, echando
espumarajos por la boca, mientras veía con rabia como el soldado se marchaba.
Ahora solo
quedaban, Galbatoris y Sebástian, en la sala del trono, el monarca, le miro con
ira mientras se levantaba del trono
-No dejes a
un niño, hacer el trabajo de un hombre. Dijo mientras cogía su espada que
colgaba de una funda en el trono.
-¿Quieres mi
trono, muchacho?, pues gánate lo. Dijo mientras le señalaba con la punta de su
espada.
En ese
momento, un ruido en la puerta de la habitación asusto a Elisa, que dio un
grito cuando la puerta se abrió.
-¿Se puede
saber por qué mi hija, a la que tanto amo, está entreteniendo a su madre a
estas horas?
La madre,
que también se había asustado un poco, pues habían llegado a la parte más
emocionante del relato, dijo:
-Estoy
contándole un cuento para que se duerma, ya sabes que sin él, no se dormirá, el
Conde miro a las dos, y frunciendo los labios dijo:
-¡Ya es
tarde! , deja el cuento para mañana, mientras le guiñaba un ojo a su esposa.
-¡Pero papá!
, ya estamos en el final, por favor, un poco más. Dijo Elisa mientras le hacía
pucheros a su padre.
-A ver..., ¿qué
cuento es? Dijo él muy serio.
-El de
Sebástian dijo su madre sonriendo le, ya sabes que es su preferido.
El Conde
miró serio a las dos, y después de unos segundos que se le hicieron eternos a Elisa,
suspiro...
-Está bien,
y acercándose a la cama dio un beso a su mujer y otro a su hija en la frente.
-¡Bien! Dijo
Elisa sonriendo.
El conde
cogió una de las sillas que había en la habitación y se sentó junto a la cama
de su hija, las dos le miraron extrañadas.
-¿¡Qué!? A mí
también me gusta esa historia, mi abuelo me la contaba cuando yo era pequeño.
-Siempre me decía,
que en esa historia, está el origen de nuestro linaje.
Lariel que
así se llamaba su mujer le agarró de la mano y con una sonrisa cómplice miró a
su marido y continuó con el relato...
Galbatoris
bajo las escaleras del trono, mientras se desabrochaba la capa y un abrigo de pieles,
dejando a la vista una armadura de anillas.
Agarro con
ambas manos la espada y cargó contra Sebástian, a él no le asustaban esos ojos
de lagarto.
Descargo un
golpe descendente que Sebástian esquivo, la espada del rey golpeo el suelo
reventándolo, la fuerza del rey era sobre humana.
Sebástian
observaba al rey, buscando algo que le indicara, que era lo que más amaba.
Galbatoris
volvió atacar a Sebástian, pero el paro con su espada todos los golpes.
-¿Qué pasa,
rey de dragones? Dijo Galbatoris -¿Tienes miedo...? Los ojos del monarca antes
normales ahora eran dos pozos negros, la mancha le poseía.
-¿Qué es lo
que más amas, Galbatoris? Pregunto, parando uno de los golpes y situándose cara
a cara con él. El rey golpeo a Sebástian con el codo, en la cara, haciendo la
primera sangre.
Sebástian,
se tocó el punto donde le había golpeado.
¿Qué es lo
que más amas Galbatoris? Volvió a preguntar.
-Galbatoris
le miraba con odio -¡Yo no amo nada! .Y se lanzó contra Sebástian lleno de
furia.
Lucharon por
toda la sala del trono, destrozando la estancia, ninguno cedía .Ambos habían
conseguido herir a su adversario, pero ninguno claudicaba.
Sebástian,
no se rendiría, no quería matar a Galbatoris y paraba sus golpes una y otra vez,
pero sabía que si no encontraba lo que más amaba, terminaría matándole a él.
Llevaban un
buen rato luchando, cuando ambos decidieron darse una tregua, jadeaban, uno
enfrente al otro, Sebástian estaba a punto de darse por vencido, al final
tendría que lo, cuando una puerta lateral se abrió y entro Irina.
-¡Padre! He
vuelto.... Se quedó horrorizada al ver el estado de la sala del trono. Y
Sebástian lo vio, los ojos de Galbatoris antes negros, volvían a ser normales.
-¿Que ha
pasado aquí? preguntó Irina que por fin miro a su padre.
Con horror
se fijó, su padre, sangraba por varios cortes en su cuerpo, corrió hacia el
para ayudarlo, pero su padre se lo negó.
-¡No, Irina!,
Dijo, dando un paso hacia ella -¡Márchate! El cansancio dificultaba sus
movimientos.
Irina no
comprendía que pasaba y finalmente le vio, entre las sombras, era Sebástian, tenía
los ojos cerrados y estaba muy serio.
En el mismo
momento que Irina hablo, Sebástian lo había adivinado. Sabía que para quitar la
maldición tendría que matar a Irina.
-¿Sebástian?,
¿Qué haces aquí? Miró a ambos y recordó...recordó lo que le había dicho Sebástian,
cuando se encontraban bajo la tormenta.
-¡Nooo,
Sebástian! por favor, te lo suplico.
El rey miró
a su hija
-Irina márchate
de aquí, nada le detendrá.
-Sebástian,
por favor, no tienes por qué hacerlo.
-No puedo.
- ¿Por qué?
-Ya lo sabes...,
es mi destino. Miraba al suelo cuando lo dijo.
-¿Destino?
Vas a matar a mi padre..., ¿por qué? , ¿Qué te ha hecho el?
-¡Díselo!,
Dijo Sebástian sin atreverse a mirar a Irina.
Ella,
confusa miró a su padre buscando una explicación, pero lo que vio fue a un
hombre viejo y cansado que miraba con tristeza a su hija.
-¿Padre?
Dijo temerosa.
El rey
suspiró.
-Hija..., ¿Te
acuerdas de la historia que te conté cuando eras pequeña, la de la gran
oscuridad que cubrió al mundo? Dijo su padre mirándola a los ojos.
-Si. .Que confundida,
no sabía a qué venia eso.
-¿Recuerdas
la parte de los dragones del norte? , ¿El precio que pidieron por ofrecer su
ayuda?
-Irina dudo
durante unos segundos, había pasado mucho tiempo, pero al final lo recordó,-Si...,
el sacrificio supremo, pidieron la sangre de los hijos de los reyes,
proclamando que desde ese mismo momento, los reyes no se hacen….Irina se quedó callada,
se tapó la boca con las manos y miro a Sebástian, que la observaba fijamente
desde donde estaba, con esos ojos de reptil.
-¡Dilo! Dijo
Sebástian desde la oscuridad a Irina -¡Continua! Su voz era dura, imperiosa.
Irina respiró
profundamente y recitó el decreto de los dragones.
-Y los
dragones decretaron a los hombres, que, desde ese momento .Los reyes no se hacen,
nacen, y con la sangre real de los dragones gobiernan y defienden de la
oscuridad a su pueblo. Todo aquel que incumpla la ley, portara la mancha de la
oscuridad.
Irina no
podía creer lo que estaba pasando, un Rey de los Dragones había venido a matar
a su padre, un ser salido de los cuentos y las leyendas, que hace mucho tiempo
habían salvado a los reinos de la oscuridad ¿Cómo era posible?
Sebástian
levanto la espada, y se encamino a donde Galbatoris, esperaba.
-¡No, por favor!,
no le mates, nos marcharemos, dijo llorando.
-No puedo
dejarle marchar. -El porta la marca del falso rey, tarde o temprano se
apoderara de él y lo transformara en una bestia oscura. -Matara a todo aquel
que se cruce en su camino.
-Pero...tiene
que existir alguna forma, replicó ella suplicante.
Galbatoris
agotado, cayó de rodillas, su espada rebotó en el suelo. Y mirando a Sebástian
dijo:
-Adelante
verdugo, acaba conmigo, pero te lo suplico, no le hagas daño a mi hija, ninguna
culpa tiene ella más que amarme.
Por nada del
mundo quería lastimar a su hija, prefería morir ahora, pues sabía que ella jamás
se apartaría de su lado.
Hacía tiempo
que había notado, que dentro de él, crecía algo, que poco a poco, se apoderaba
de su mente.
Sebástian se
acercó al monarca espada en mano, dispuesto a arrebatarle la vida, pues se
negaba a matar a Irina para quitar la maldición.
-¡Nooooo!
gritó Irina que había cogido la espada de su padre y se enfrentaba a Sebástian.
-Te lo
suplico, Sebástian.
El, se había
quedado congelado, no sabía qué hacer, le dolía verla sufrir.
-Apártate hija,
suplicó Galbatoris. Ya sin fuerzas -Fue culpa mía, no de vi hacerme rey,
pensé...pensé que era lo mejor para la gente, y mira en que me he convertido.
-Pero
volverás a cambiar, padre, lo sé. -Sé que eres bueno .Dijo con lágrimas en los ojos,
mirando a su padre.
-¡Tiene que
existir una manera!
En ese
momento una voz retumbo en el salón del trono.
-Existe una
manera.
Irina, miro alrededor,
buscando quien hablaba, quería que siguiera hablando, se agarraba a su última
esperanza.
-¡Mostraos!
Grito desesperada -Decid, cual es la manera, os lo suplico
-¡No,
Guilian!..., por favor, no lo digas .Dijo Sebástian, suplicante
-Solo con el
sacrificio de lo amado a manos del auténtico rey borrara la mancha.
-¡¡Nooo!!
Grito Galbatoris que intentó levantarse pero le fallaron las fuerzas y cayó de
nuevo.
-No
permitiré que hagas daño a mi hija, cumple con tu cometido, Rey de dragones,
acaba con mi vida. -¡Cumple con tu destino! , bramo desesperado
Pero Irina
que amaba a su padre tiro la espada a un lado, saco una daga que portaba al
cinto y postrándose delante de Sebástian le ofreció el arma.
-Yo me
ofrezco como sacrificio, ese es mi derecho, Rey de dragones.
Sebástian
miraba atónito a Irina, se arrodilló y sujeto el arma con una mano mientras que
con la otra asía a Irina, que había cerrado los ojos, esperando la muerte.
-¿Por qué? ,
preguntó confuso, no podía creer que se ofreciera al sacrifico con tanta
prontitud, no lo había pensado ni un momento.
-Sabes que
tu padre es un monstruo que ha torturado a tu pueblo, dime... ¿por qué?
Irina,
lentamente, abrió los ojos y le miro. -Por qué le quiero..., ¿no es suficiente?
Susurró.
Sebástian no
podía parar de mirarla, le asombraba su valentía.
-No puedo.
Dijo Sebástian, apretando los dientes.
-¿Por qué? ,
pregunto ella, le miraba sin pestañear.
-Porque...se
había quedado sin voz, un nudo en la garganta le impedía continuar, el corazón
le latía salvajemente. Respiro profundamente y con un suspiro la dijo:
-Porque...,
te quiero. Dijo Sebástian cerrando los ojos.
Irina
levanto la mano y toco el rostro de Sebástian, que sorprendido por su suave
tacto, abrió los ojos.
Irina le
miraba a los ojos, estos, ya no eran los de un reptil, eran los suyos, verdes
como los bosques en primavera, paso un dedo por los surcos que atravesaban su
frente, intentando eliminar el sufrimiento que veía en él. No lo entendía, él
era su verdugo, pero no tenía miedo, en ese momento Irina fue consciente de que
amaba a Sebástian.
-Y yo a ti Sebástian,
Lo dijo sin dudar, sonriendo, como si al decirlo fuera libre y nada más
importar en el mundo.
Sebástian se
quedó de piedra, ahora más que nunca, no podía matarla. Galbatoris gimoteaba
tirado cerca del trono intentaba levantarse, pero no podía.
-Hazlo dijo Irina,
su semblante era sereno, una lagrima broto, y se derramo por su rostro, pero
esa lagrima no era por su padre...esa lagrima, era por ella misma, que por
primera vez había encontrado el amor y lo iba a perder para siempre..., también
era por Sebástian, su amado, que por un azar del destino se había convertido en
su verdugo.
-No puedo, Irina,
Dijo Sebástian, que sufría, con el corazón en un puño.
Irina seguía
mirándolo. -Hazlo por mí, solo por mí, olvida quien eres, por has venido, solo concédeme
éste deseo te lo suplico, Sebástian.
Irina colocó
sus manos sobre la de Sebástian, que empuñaba la daga y acerco la punta a su
corazón.
-No, dijo
Sebástian angustiado.
Irina sonrió,
-Tranquilo, no pasa nada. Y cerrando los ojos, le beso.
En ese
momento Irina se clavó la daga en su corazón .Cayo en los brazos de Sebástian,
sin vida.
Sebástian
horrorizado la abrazó contra su pecho. -¡Noooooo! Gritó, desgarrándose su alma.
Galbatoris
lloraba de rodillas, tapándose la cara con las manos, la mancha había desaparecido,
el sacrificio se había cumplido.
-Nooo, no,
no. Repetía cabizbajo el monarca, mientras lágrimas caían por su rostro.
Sebástian
acunó el cuerpo sin vida de Irina, lloraba y maldecía el día que conoció su sino,
maldijo a los dioses y a los dragones, su dolor era inmenso.
-Irina..., ¿por
qué lo has hecho?
Una voz le
sacó de la vorágine de dolor que le destrozaba.
-¡Sebástian!
la voz provenía de la entrada.
-¡Qué!
Contesto el furioso, soltó el cuerpo de Irina con delicadeza y se incorporó.
-¿¡Esto es
lo que quieren los dragones de nosotros!? ¿¡Que nos matemos!? ¿Así piensan
ellos que seremos mejores? Sebástian estaba lleno de rabia, pero la furia era
insignificante comparada con la desolación que lo cubría y cayó de rodillas
ante Guilian con los brazos a los lados.
Se quedó mirándole,
sin decir nada más, Sebástian estaba derrotado.
Entonces
Guilian ante la presencia de Sebástian y de Galbatoris, empezó a brillar, como
el sol.
Sebástian se
cubrió los ojos con los brazos, cuando consiguió ver algo, tenía ante sí, a un dragón,
que le miraba con sus ojos de reptil, cayó hacia atrás arrastrándose por el
suelo.
El dragón
era gigantesco, ocupa la mitad de la sala del trono, la cola sobresalía hacia
fuera de la ciudadela .Su cabeza provista de colmillos tan grandes como
espadas, le miraba directamente, era majestuoso, sus escamas brillaban a la luz
de las velas .como esmeraldas bañadas por el agua del mar .Estiro las alas, que
chocaron con las paredes de la sala del trono, aquello molesto al dragón, que
rugió enfadado, las plegó otra vez contra su cuerpo y volvió a mirar a
Sebástian.
Sebástian,
tirado en el suelo, no se atrevía a moverse.
-Tranquilo
amigo mío, soy yo, Guilian .Dijo el dragón para asombro de Sebástian
-¿Gui...
gui... Guilian? , ¿Pero?, ¿cómo? .Sebástian no salía de su asombro.
-Sí, soy un
dragón o... ¿acaso pensabas que los lagartos saben hablar? Dijo en tono jocoso
-yo...yo, no
lo sé, pensaba...que.... ¡eres un dragón!
-Sí, y tu un
rey, amigo mío.
Sebástian se
incorporó, y cuando salió de su asombro, volvió a mirar el cuerpo de Irina, que
yacía tumbada en el suelo. Ya no le importaba ser rey, lo daría todo por
volverla a verla, con vida.
-¿Eso es lo
que quieres de verdad? Preguntó Guilian a su espalda.
-¿Qué?
.Preguntó Sebástian confuso.
-Y mirando a
Irina, Guilian dijo:
-¿Dejarías
todo lo que eres y serás, por amor?, ¿sacrificarías todo por ella?
-Sin duda,
Respondió Sebástian, y Guilian que podía ver en su alma, vio que decía la
verdad.
El dragón
levantó la cabeza y con voz profunda dijo:
-Sebástian
del Dragón, Rey de Silian, ha superado la prueba. La oscuridad ha sido
expulsada.
Sebástian le
miro confundido.
-Joven rey,
la prueba del sacrificio no era para Galbatoris, era la tuya.
-Tú, tenías
que pasar la prueba.
Sebástian
miró a Guilian furioso
-¡Lo
sabias!, ¡sabias que Irina era la hija de Galbatoris, y que yo tendría que
matarla!
-¡Lo sabias,
y no me lo dijiste!
-Tenías que
enfrentarte a la prueba.
-¡Pero
fracase! , fue ella quien se clavó la daga.
-Pero tú, no
se lo impediste, sabias lo que iba hacer y en el fondo, te enorgulleciste de ella.
-Si..., y
eso hizo que la amara más, Sebástian bajo la mirada al suelo, mirando a Irina
-Pero ella
ha pagado un precio muy alto, un precio que debería haber pagado yo.
-Es el
precio a pagar, Sebástian, todas las decisiones de un rey, por insignificantes
que sean, las paga su pueblo, ¿sino conoces el precio?, ¿cómo vas a saber que
es lo mejor ellos?
-Pero ahora
Irina se ha marchado... dijo abatido.
-Tenía
tantas cosas que contarle...
-¿Marchado?
Respondió Guilian levantando sus enormes cejas
Sebástian
levanto la mirada hacia Guilian confuso, una voz a su él espalda le llamó.
-¿Sebástian?
La voz de Irina acelero su corazón, que latía desbocado, se giró lentamente y
la vio, allí, de pie, más bella que nunca, radiante y algo confusa, tocaba con
sus manos el lugar donde antes había una daga clavada y que ahora había
desaparecido, corrió hacia Irina y la abrazo... Irina lloraba en brazos de
Sebástian.
-No vuelvas
a hacerme esto, dijo el, mientras la abrazaba, nunca vuelcas a irte de mi lado.
-¡Prométemelo!
-Te lo prometo,
dijo Irina que le abrazaba con fuerza -Con morir una vez me vale.
Irina buscó
con la mirada a su padre que había conseguido levantarse y se acercaba,
llamando a su hija que creía muerta y que ahora abrazaba a Sebástian.
Irina se
soltó de Sebástian no sin antes darle un beso, que le desarmo por completo.
Y sonriendo...,
corrió hacia su padre, que la esperaba con los brazos abiertos, volvía a ser
ese padre afectuoso, que tanto había echado de menos.
Sebástian
contemplo a padre e hija como se abrazaban, la cabeza del enorme dragón se puso
a su altura.
-Gracias Guilian,
de corazón, gracias. Dijo Sebástian, posando una mano en el costado de la
cabeza del Dragón.
Guilian
mirando también a padre e hija le dijo -Los dragones somos maestros severos,
pero no somos crueles.
Y así fue
como Sebástian del Dragón, nuevo rey de Silian, gobernó para el bien de su
pueblo junto a su amada Reina Irina. Que fueron felices para siempre.
-¡Siiiii!
dijo Elisa desde la cama, mientras sus padres reían.
-Ahora a
dormir dijo su madre, que volvía a arropar a su hija.
-Yo de mayor
quiero ser como Irina mamá.
-Si no te
duermes ya, no lo serás, y le dio un beso en la frente de buenas noches,
apagaron las velas y salieron de la habitación.
Elisa soltó
el pomo de la puerta, tenía los ojos abiertos como platos, y balbuceando
consiguió decir:
-Víctor, es
un Rey de dragones.
Lástima que no esté pulido: evitar faltas de ortografía, eliminar muchísimas comas que interrumpen innecesariamente la acción, expresiones redundantes, añadir signos de puntuación, etc. A partir del cuento mejora muchímo la narración, fluye más viva y está mucho mejor escrita. Mucho mejor que la primera parte, con una acción trepidante en exceso y un tanto ampulosa. Se ve que te gustan las novelas fantásticas.
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